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Almería, mi tierra

Texto por Francisco Martínez Gómiz

Nací en uno de los extremos de la península, allí donde el Cabo de Gata pliega el mapa. Tierra de sol, de viento y de buena gente, de muy buena gente. Nuestro habla es peculiar, no cerramos la boca para pronunciar las “eses”, de hecho nos suelen confundir mucho con la vecina Murcia. Somos descendientes de fenicios, somos mercaderes y se demuestra en la gran industria alimentaria que hemos sabido generar con la escasez de recursos que esta tierra nos proporciona.

Escasez, palabra demasiadas veces asociada a esta tierra. Contaban mis abuelos que Almería, después de la guerra civil, era un erial. La gente vivía en cortijos donde se pudieran autoabastecer de lo poco que generaba una huerta pírrica y algunos animales. Funcionaba el “estraperlo”, compra o intercambio fuera de los canales habituales de alimentación para poder subsistir. El jamón se compraba a recortes, la mantequilla al peso, el chocolate a onzas y la ternera… ay, la ternera… escasa y de mala calidad.

La escasez de agua por un lado y el molesto viento costero por otro hacían que cultivar fuese poco menos que una aventura. Las plantas no “agarraban” y cuando lo hacían se tiraba 3 o 4 meses sin llover. Conclusión; poco que llevarse a la boca, literalmente. Pero fue esa escasez la que facilitó el ingenio de algunos para echar tierra encima del suelo y procurar que la planta “agarrase” y pudiera dar sus frutos.

Y la misma escasez que llegó del, en otros tiempos, rentable negocio de la uva de parra, quien facilitó cubrir con plástico la planta para evitarles el sol directo, el viento y el salitre. Hasta nuestros días, hasta ser la “huerta de Europa”, hasta abastecer con productos de una calidad sin igual en todo el planeta a nuestros vecinos europeos.

El ingenio de la escasez

Dicen que la escasez agudiza el ingenio y en eso, aquí en Almería, andamos bastante sobrados porque no hemos sido una tierra donde la abundancia haya querido pasar largas temporadas.

Y esa escasez llega hasta nuestros días. Escasez en las infraestructuras terrestres, marítimas y aeroportuarias. Escasez en las inversiones de nuevos proyectos que dinamicen la economía de la provincia y podría continuar algunos párrafos más en esta línea.

Pero ¿saben qué? Que vivo en la tierra del “que é lo que qué é”, de la caña con tapa, de la toalla al borde del rompeolas (si al borde, no en cuarta, quinta o sexta fila que ni si quiera veo la orilla).

Allí donde vamos a dar un paseo, ¿A dónde?, Al Paseo, donde tenemos, posiblemente, las mejores playas de la península, donde se han rodado spaguetti western, Indiana Jones y hasta La casa de papel. Donde El Lengüetas es un templo sin torres ni campanas, Casa Puga es lo más cool con casi 150 años de historia y el Minibar es todo menos mini.

Vivo en una tierra donde se pueden sentir los encantos de aquellos pequeños pueblos pesqueros, lo auténtico, el sosiego; La Isleta, la Fabriquilla, Las Negras.

Cielos limpios

Almería tiene ciencia
Cielo de Calar Alto. Foto de Funny_Games bajo licencia Creative Commons.

Donde hay un complejo observatorio astronómico que nos acerca a las estrellas porque el cielo de nuestra provincia no está contaminado como en otros lares y permite la observación de los confines del espacio.

Vivo allí donde el reloj parece que se haya detenido para gozar del entorno, sus gentes y el clima, Castro de Filabres, Almocita, Fondon…., y esa comarca de los Velez con tantos secretos guardados.

Vivimos en una tierra mágica, muchas veces poco valorada, incluso por nosotros que vivimos en ella. Pero os puedo hablar en primera persona de lo que se echa de menos esta tierra cuando estas lejos de ella. Y eso que un día te parece tan sencillo como un tranquilo paseo por el Paseo Marítimo se convierte en un lujo solo al alcance de los pocos días de vacaciones que te ganas en el trabajo.

Ese “bajar pa’bajo” y cruzarte con el vecino, el amigo o el compadre, saludarte en la calle, tomarte una caña con la simple excusa de que llevas un tiempo sin veros, eso, ocurre aquí, en mi tierra, en Almería.

Vamos a quererla mas, vamos a hablar mejor de ella, vamos a “venderla” mejor de lo que lo hacemos ya que si nosotros no somos capaces de defender a la tierra que nos ha hecho ser quien somos ¿quién lo va a hacer?

Almería, mi tierra, te quiero.

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