Cómo vilipendiar con corrección
Para ciertos casos viene fabulosamente bien conocer el idioma y sus hermosos recursos lingüísticos. Nos referimos al noble arte, o ciencia, del insulto. El insulto bien elaborado o porque sí, el insulto porque te sale del alma o de las partes pudendas, el insulto como necesidad o como deporte. El insulto, en fin, como una de las cumbres de toda civilización. La organicidad del insulto no tiene precio, ya nos advirtió de ello el gran escritor Rafael Sánchez Ferlosio, que dijo al respecto: “El insulto fue la forma más primitiva, originaria, de la diplomacia, en la medida en que esta es el arte de resolver por acuerdos de palabra lo que podría llevar a conflictos armados”.
Efectivamente, ¿quién quiere un Kalashnikov a mano cuando puede echar mano de todo un inmenso muestrario de términos que sentarían en el suelo de un plumazo al más gallito, al más intelectual, al más tonto o al más fuerte? Lo descansado que se queda uno cuando llama FRANGOLLENTO al que hace las cosas mal, deprisa y corriendo. O llamar JIRULO al tonto, o MANCERGAS a la persona sin iniciativa, o PANARRA a aquel que es más flojo que un muelle de guita, o PAMPERDIDO al desagradecido, o RETRECHERO al miserable, o GOLISMERO al alcahuete, o CANDALLA al sinvergüenza, o PEPAZA a la tonta, o MACATRANA a las que van de mosquitas muertas. O un sonoro y siempre bien traído ROZAPOCO para definir al vago.
La tontuna existencial
Que no todo quede en hijos de puta y cabrones, que no siempre los padres y las madres tienen la culpa de todo, que uno en su andadura y tontuna existencial ya se busca lo suyo. Descompuesto, villano, infacundo, rústico, patán, mentecato, hediondo, adoquín, lerdo, mameluco, pazguato, imbécil, mastuerzo, majadero, cenutrio, zoquete, palurdo, berzotas, gaznápiro, alfeñique, lechuguino, zampabollos, carapiña, carapan, caracandao, bocachancla, bocabuzón, burricalvo, archipámpano, mequetrefe, botarate, basilisco, energúmeno, pagafantas, asaltacunas, cierrabares, perroflauta, tragaldabas, COMEMIERDA¡¡¡¡
Es muy importante mencionar al público que para hacer tal exhibición de elocuencia es necesario guardaespaldas o abogado particular. Pero bien es cierto que el insulto bien propinado nos salva de situaciones, y es una herramienta muy útil para circular por la vida, sobre todo por países en los que no se domine a la perfección el castellano. El insulto es liberador, el insulto es salvador, y nos quita peso sobre los hombros, nos evade de la congoja. El que no insulta está abocado, irremediablemente al suicidio prematuro.