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Samuel Edward Cook, un sospechoso de espionaje en Almería en el s. XIX

El escritor inglés asegura que Almería, "si no fuera por el completo deterioro de todo el país, sería de gran importancia”

Tres años pasó Samuel Edward Cook en España para escribir sobre la vida, costumbres, gobernanza y otros hábitos de los ‘spaniards’. Y a su paso por la península, la provincia de Almería no se le pudo resistir. Quien fuera el autor del relato más completo sobre España escrito en lengua inglesa, visitó diversas localidades de esta provincia y plasmó sus vivencias en un diario de viaje. Una aventura marcada por una pequeña anécdota, al ser considerado sospechoso de espionaje inglés.

Comenzó su andadura, no muy contento, por el Delta del Almanzora hasta llegar a Vera, donde el escritor dice encontrarse en un lugar aislado e inhóspito, “con una posada despreciable y cara […] El agua es mala, llena de salitre, y las zonas de alrededor están tristemente baldías”. Unas palabras que pronto se truncarían cuando llega a Macael, “un pueblo muy famoso desde el tiempo de los árabes por sus canteras de mármol para estatuas”, donde “no hay nada que pueda superar la amabilidad de estas gentes”.

Después se dirigió a Purchena, y desde aquí a Tahal o, como lo decían los vecinos de aquel entonces, ‘Atal’. Siguió descendiendo por Tabernas, hasta llegar al afluente principal del río de Almería, donde el horizonte dejaba de ser el mismo ante sus ojos. “El panorama cambió entonces y, a continuación, el paisaje pasó a ser completamente africano”. Cook describe así cómo las palmeras, los naranjos y los limoneros adornaban el paisaje, mientras los tejados planos y la fisionomía tan completamente árabe caracterizaba la particularidad de esta ‘Tierra Caliente’.

“Almería es una ciudad refinada, como todas las ciudades del sur. Donde sus elementos no han sido alterados por ninguna causal local y el trato es muy agradable. Si no fuera por el completo deterioro de todo el país, sería de gran importancia”.

Un susto en el viaje

El viaje, que no paraba de sorprender al escritor, comienza a dar un giro de 180 grados cuando a sus oídos llega las observaciones que se estaban haciendo de su pasaporte; por parte de un soplón de la policía, “sin duda, con la intención de sacar dinero”. Sin dar más importancia, Cook se fue a dibujar a espaldas de la ciudad, cuando entonces un soldado llegó hasta él y le rogó que lo acompañara hasta el cuartel. Rápidamente le remitió al coronel, pero este, al momento, descartó cualquier agravio.

El escrito se fue entonces a Cabo de Gata y aquí, de nuevo, un soldado le pidió visitar un puesto que se encontraba en la playa. El sargento revisó su pasaporte y mandó un mensaje a la ciudad para mencionar el hecho. Esa misma noche, el Vicecónsul, el ayudante de campo del Gobernador y el soplón que iba contra él le visitaron.

Cogieron su cartera y su libretilla y fueron a ver al mismo Gobernador. Él lo recibió con cortesía y, sin más preámbulos, le devolvió su libretilla de anotaciones sin abrirla. “Me llegó esta queja y estaba obligado a atenderla, pero siento muchísimo que haya ocurrido”. El soplón, cuya apariencia era asquerosa y repulsiva para el escritor, fue expulsado de la ciudad pocos días después.

Tras esta parada en la ciudad, Samuel Edward Cook se dirige a Adra en mulo, luego a Berja, más tarde a Sierra de Gádor y ya, por último, se despide de la provincia para ir hasta Granada.

Fuente: Almería Dorada. Relatos de viajeros de habla inglesa.

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