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José Antonio Santano: «Ciento ochenta y seis peldaños de espanto»

Le dedicó en su obra 'Razón de ser' un poema a Antonio Muñoz Zamora, superviviente almeriense del campo de concentración nazi de Mauthausen

El poeta y escritor José Antonio Santano Serrano nació en Baena (Jaén) el 11 de mayo de 1957. Se formó en en diferentes universidades de España, obteniendo los títulos de Graduado Social (Universidad de Granada), de Técnico Superior en Relaciones Industriales (Universidad de Alcalá de Henares) y de Licenciado en Filología Hispánica (Universidad de Almería).

Jose Antonio Santano Serrano
Fuente: Escritores.org

Entre sus ocupaciones vinculadas con Almería, destacan las de coordinador del espacio radiofónico ‘El rincón de la lectura’ del programa ‘Protagonistas Almería’ (Punto Radio Almería), colaborador en ‘Diario de Almería’ y miembro de honor del Departamento de Arte y Literatura del Instituto de Estudios Almerienses. Es autor de más de quince libros de poesía, narrativa y antología.

En 2008 publicó ‘Razón de ser’ donde rescató la memoria de personajes que vivieron la barbarie del enfrentamiento, la guerra, la cárcel, la privación de libertad, la muerte, el exilio…Con este poemario fue galardonado con el X Premio Internacional de Poesía Luis Feria. Destacamos un poema dedicado a la memoria de Antonio Muñoz Zamora, un superviviente almeriense del campo de concentración nazi de Mauthausen. En Almería existe un monumento en honor a las víctimas locales que murieron en este lugar.

Críticas monumentos
Monumento a las víctimas almerienses de Mauthausen

Razón de ser (primera parte)

“Me acerqué aquella noche hasta su casa
como un sonámbulo, muy lentamente,
al tiempo que las calles, frías y húmedas,
vertían mosaicos de espejos, luces
de infinitas soledades, de inviernos
obscuros y dolientes en mi rostro.
Una alfombra de hojas amarillas,
de silencios anónimos se ocultaban
tras la densa niebla del olvido, gris
como la edad fundida a mis cartílagos,
la misma que asola campos y sueños.
Hoy camino por vastas geografías
y lluvias monocordes, por océanos
de sangre y fuego, por sórdidas cárceles
y cuerpos desnutridos y hacinados;
hoy, después de oír sus voces mustias,
me persiguen las sombras del pasado,
la triste melodía de otras edades,
los días con sus crespones de luto,
el ácido silencio de la historia
que arremete contra todos y todo.

Hoy te he visto, apoyado en los silencios,
cruzar la calle muy despacio, trémulo,
apurando los rumores del día
y he sentido el vuelo de los ángeles
como un aguijón de muerte en los párpados
de la noche y los altos cipreses.
Hoy, te he visto, y en ti, los negros peldaños
del desvalimiento –caústica agonía-,
y uno a uno he contado con los dedos.
manchados por la sangre y el tormento
cada cuerpo caído en la espesura
selvática del odio y la barbarie.

Entonces recordé que tus orígenes
de sal y espuma avivaban el vuelo
de los pájaros, los sonidos del aire
en las mañanas de la calle Estrella,
allá en la Almedina laberinto,
nido y haz de sueños y quimeras,
en cálido abrazo con los licores
y el vino oferentes de Casa Teba,
o las fragancias de la oscura tinta
impresa en áureos pliegos de papel.

Recuerdo que tu nívea presencia
viaja conmigo a Orihuela, Albacete
y al frente del Jarama entre aullidos
monocordes de balas homicidas;
que en Brunete la sangre es un hervor
en tu antebrazo; que te espera el agua
del Ebro y la orilla de Gandesa,
la voz de un silencio tras otro, la luz
del ocaso en las pupilas y el alma.
Recuerdo tu soledad en Argelès,
la humillación en tu lecho de arena,
las noches de duermevela y congoja
sesgándote la piel y las ideas,
arañando la juventud del sueño.
Y allí en la playa, en la dura almohada
del desamparo, insomne, descubrías
la doliente mirada de otros seres,
de otras vidas sin vida en las pupilas,
sin sueños ya, sin patria ni memoria.

Luego, tu carne apresada a otra carne
en un abominable vagón de tren,
inmóvil, asfixiado en el hedor
de otros cuerpos vencidos, moribundos;
sólo carne, espuria piltrafa humana
camino al matadero de Dachau.
Y vendría el infierno de Mauthausen:
ciento ochenta y seis peldaños de espanto
y muerte, el horror de noches y días
sintiendo el gas asesino en el aire.
Con el paso del tiempo, otros infiernos
en tu Francia adoptiva y en tu natal
Almería, otros silencios, otra paz
más dolorosa, un pacto de esperanza
para seguir viviendo como humano
lo que otros mancharan con sangre y fuego.

Volverías, con el paso del tiempo,
a la razón del ser, eternamente”.

José Antonio Santano Serrano. ‘Razón de ser’ (2008)

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