Turismo y Deporte

Los Estrechos de Urrácal, un santuario natural esculpido en roca

Una formación caliza con millones de años de antigüedad

En medio del Valle del Almanzora, a 88 kilómetros de la capital, se halla el municipio de Urrácal con apenas 350 habitantes. Esta pequeña localidad alberga una impresionante formación que nada tiene que envidiar a otros cañones y desfiladeros de gran fama mundial. Surcando un riachuelo se erigen así los Estrechos de Urrácal.

Ni los habitantes del Valle del Almanzora sabían de su existencia, porque el camino se hallaba lleno de vegetación de la rambla. Pero hace pocos años, el Ayuntamiento se dio cuenta del alto valor de este punto, facilitando el acceso al mismo con la limpieza del lugar. Las fotos comenzaron entonces a correr como la pólvora en redes sociales.

Para emprender esta ruta, puedes comenzar la visita en el pueblo e ir descendiendo hasta llegar a este maravilloso hallazgo que brinda la naturaleza. Para ello comenzarás la aventura en la Iglesia de Sta. María del s.XVI siguiendo hasta el Lavadero público, a 740 metros aproximadamente de la Iglesia. A continuación, deberás dirigirte al Área Recreativa ‘El Castillico’, donde dejarás rápidamente el camino y continuarás por la rambla Salada hacia abajo otros 700 metros.

Un templo de paz

Pronto comenzarás a ver cómo las paredes se estrechan mientras el ruido del agua viaja por este desfiladero a pequeña escala. A veces discurrirá junto a ti, y en otras ocasiones, por debajo del suelo. Este mismo elemento es el que ha esculpido la roca caliza durante millones de años, dejando al descubierto un pasillo rocoso y difícil de encontrar en otro punto de la provincia.

Conforme avanzamos en los Estrechos de Urrácal, el camino se va cerrando cada vez más. Si seguimos y cruzamos una pequeña vereda, habremos llegado hasta el centro del estrecho. En este momento hay que tener especial cuidado porque la ruta se complica. Deberás saltar rocas, atravesar en varias ocasiones el arroyo y, si el curso del agua lo permite, cruzar el arroyo en su totalidad.

En ocasiones el nivel del agua no te posibilitará atravesar el desfiladero. Pero, si sí te permite hacerlo, podrás llegar hasta el final. En este tramo las paredes parecen envolverte y el día casi se vuelve noche. El desfiladero sigue con una separación entre sus paredes de apenas metro y medio y la luz del día se desvanece levemente. La magia se hace con el lugar convirtiéndose, casi, en un templo al que poder rendirle homenaje a la naturaleza.

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