Las torres de los perdigones: del olvido en Almería a la puesta en valor en Adra
Las fábricas de munición tuvieron un importante papel en el pasado industrial de la provincia
Probablemente, si se piensa en ‘torres’ de Almería quizás nos acordemos de la ‘Torre de la pólvora’ de la Alcazaba o la torre de control del puerto de Almería. En el caso de Adra, lo tenemos claro, si pensamos en una construcción de estas características en la localidad abderitana, la primera imagen que vendrá a la mente de visitantes y locales será, sin duda, la ‘Torre de los perdigones’. Sin embargo, el de Adra no es el único edificio de Almería que estuvo dedicado a la fabricación de munición.
Y es que, en la capital, entre la calle Murcia y Granada, permanece una construcción cuadrangular que destaca como un anacronismo en medio de un corralón de casas y edificios. Se trata de la torre de los perdigones de Almería, cuyo origen se remonta a las primeras décadas del siglo diecinueve, cuando aquella zona de la ciudad se quedaba a extramuros y estaba rodeada de huertas. Si paseas por calle Murcia nunca la verás si no te fijas, pero al girar calle relámpago ahí está recordando su pasado. La edificación no ha cobrado protagonismo con el paso del tiempo como es el caso de su homónima de Adra.
La Torre de los Perdigones es uno de los principales monumentos de Adra, un emblema del municipio que perteneció a la antigua fundición de San Andrés. La fábrica estaba dedicada de pleno a la fabricación de perdigones. Fue construida en 1822 por la Casa Rein y Cia, quienes la edificaron con 45 metros de altura y unos 7,5 metros de diámetro. Esta torre es un icono turístico para Adra y la más antigua de la comarca del Poniente.
Pasado industrial de Almería
En ambas, la fabricación de perdigones se ejecutaba de la siguiente manera: una vez subido el material, el plomo, se fundía en un horno. Con unos grandes cucharones se echaba en unas rejillas que formaban cribas de distintos calibres de perdigones. Las ventanas que rodean toda la torre dejaban entrar el aire cuya corriente hacía el resto, por efecto de la gravedad los perdigones caían con su forma redonda. Y es que por el camino se enfriaban y caían en una piscina de agua. Cuanto más alta es la torre, más grueso puede ser el calibre de las balas. Los que rodaban sin problemas se empaquetaban y vendían, y los que no eran completamente redondos se volvían a fundir.
Ahora estas torres son resquicios del pasado industrial de la zona, pero muestran las dos caras de la moneda: el olvido de la torre de los perdigones de Almería y la restauración y reconversión de la de Adra. Esta última se ha convertido en el monumento más característico del municipio. Un lugar donde se pueden contemplar unas de las mejores vistas de esta localidad con orígenes fenicios.