Saber pedir al chino
Saber pedir al chino es un arte que no está al alcance de cualquiera.
La cocina china en Occidente se reduce a lo siguiente: grasas saturadas, exceso de sodio, aceites, salsas dulces y frituras, es decir: mierda, mierda, y más mierda. El verdadero arte de pedir al chino consiste en conocer al dedillo la comida del restaurante chino al que has llamado mil veces por teléfono. Es muy sencillo: se coge una gran gabardina, gafas de sol y peluca, te presentas al establecimiento físico, que siempre suele tener un callejón por detrás para alimentar a las ratas, y te sientas. Pides todos los platos de la carta, como si fueras con ocho personas y te los comes. Pagas, coges un taxi y vas al hospital más cercano para que te hagan un lavado de estómago.
A este ejercicio lo llamaremos trabajo de campo. Así sabrás que el arroz frito o tres delicias, una ración pequeña, con su almidón, grasa y aceite, supera con mucho las 200 calorías. Sabrás que el pollo o el cerdo agridulce, sus carnes rebozadas y anegadas en salsa de azúcar superan las 1700 calorías por ración.
Sabiendo esto, y teniendo en cuenta, como ya dijimos antes, que el hombre andropáusico es irritable e imbécil por naturaleza, la elección de los platos debe limitarse a aquellos que tengan una pronunciación en castellano o que sean especialidades de la casa. Aún así habrá cipotes que en el chino sigan pidiendo menús infantiles como si hubieran descubierto el santo grial de la nutrición.
La historia de El Hombre de Somontano
Debemos recordar aquí la historia de Andrés Somontano, un comercial de sanitarios, natural de Zaragoza, que en uno de sus viajes de trabajo por la geografía española dio a parar con sus huesos en un restaurante chino de la Costa del Sol. El hombre, muy decidido, para hacerse el interesante pidió de la carta todo aquello que le sonara a chino. El menú fue el siguiente: Sopa de WAN TUN, arroz frito con ternera FU JIAN, ternera al estilo GAN BIE, cerdo GONG BAO, SHAO RU con miel, setas chinas al estilo MU XU, y de postre FU YUN de huevos, lo que aquí conocemos coloquialmente como flan de la casa, o al estilo de la casa.
No hubo lavativa para desatascar al señor Somontano. Desde entonces su cuerpo se estudia en la facultad de medicina de Granada, los alumnos lo conocen por el jocoso y antropológico nombre de EL HOMBRE DE SOMONTANO. Pese al aspecto amojamado que presentan los cadáveres, en el cuerpo del maño aún pueden observarse entre las intercostales chorros de grasa goteando. Es por ello que el insulto es muy conveniente, junto a la sal de frutas en cantidades industriales, cuando no te sirven lo que en realidad estás solicitando, obviando, claro está, los conocimientos básicos de chino mandarín.