Cultura y ocioDesde mi ventana

Fuerte como un toro es la Fuente Toro

El agua, elemento idiosincrático de Berja y la Alpujarra, protagonista de esta obra excepcional del patrimonio urbano del S. XVIII

Desde mi ventana veo esta fuente virgitana más allá de lo que mis ojos permiten. No está a mi vista, y tampoco me hace falta, pues mi mirada está en el corazón. Además de haberla disfrutado muchísimo, pues nací en el barrio de su nombre, también se liga a mi vida como historiador, ya que la he divulgado y también defendido. Junto a las tres “d” patrimoniales, para este texto especial opto por escribir de esta fuente, ya que reúne otra condición que -a mi entender- debe reunir el patrimonio: su devenir. Y es que sólo desde la historia de las mentalidades se comprende en toda su dimensión un bien de todos.

La Fuente Toro es una obra excepcional del patrimonio mueble urbano del siglo XVIII, cuyo nombre lo toma del apellido de la familia principal de este espacio. Y es clave, porque, además, es exponente de un elemento idiosincrático de Berja y de La Alpujarra: el agua. Pocas veces este líquido -hacedor y valedor de la riqueza rural- puede visualizarse tan tangible. Siempre desde mi infancia me cautivó esta obra hidráulica, llena de recuerdos y anécdotas, cuando de camino al colegio iba a su pilar a beber, o cuando jugaba con mis amigos en su entorno, prometiéndome que debía conocer su historia.

Modelo artístico

No olvidé mi promesa y en 1993 escribí sobre esta labra de las canteras virgitanas, que cuenta con pilar para uso doméstico, con un coqueto frontón curvo, y pilón más bajo para ganados. No me resistí a contar entonces mis andanzas de niño en aquel caño, cosa que debió leer el pintor Manuel Domínguez, quien lo plasmó en una luminosa acuarela. Aquella imagen plástica cautivó tanto que no son pocos -y hasta el presente- los fotógrafos y pintores que han convertido este elemento patrimonial en modelo artístico.

Es también un sitio histórico, pues en él la caballería del II marqués de los Vélez venció a Abén Humeya en junio de 1569. Posteriormente, al tratarse de un cruce de caminos, posiblemente hubo un pilón de agua que debió recomponerse en el XVIII para conformar lo que hoy vemos. También ha sido un lugar bullicioso y centro de mentideros, en donde las noticias de la villa corrían de boca en boca, mientras los cántaros se llenaban; a la vez que se deslizaban miradas cómplices de arrieros y pastores desde en el abrevadero.

Era esta fuente un punto lleno de vida, pues colindante tenía un lavadero donde se templaban cantes de lavanderas al compás del ruido del inmediato molino hidráulico -aún está el cárcavo-, en el que las caballerías traían y llevaban granos y harinas. La cadencia musical del pueblo vivo se complementaba con sonidos de ganados; guitarras de arrieros, bailes de muleros de “la gente del río” con sus látigos, así como con el rodar de carretas del cruce de diferentes vías en un ir y venir a la vega.

Carácter etnográfico

La Fuente Toro no puede entenderse sin su alter ego: la fuente -solemne y majestuosa- de la plaza de Berja, en donde sombreros, chaquetas y cuellos duros, con bastón y zapato de charol, paseaban por las majestuosas edificaciones del serio y noble patrimonio burgués. Era ésta, pues, la antesala en donde las boinas, chalecos y camisas sin cuello, con varas y alpargatas, en donde latía el patrimonio popular. Nos quedaríamos en un mero vistazo de ventana si no encontráramos la valía del carácter antropológico y etnográfico que nos relata este patrimonio, quizás el más débil y en peligro de los que poseemos en la provincia. Olvidar la historia de la gente sin historia, o distorsionar su íntima unión al patrimonio, es mirar sin ver, o negar, sencillamente, su propia existencia.

La defensa de su conservación surtió su efecto, y hoy día esta fuente está restaurada y ocupa lugar merecido en el patrimonio local. Además, su entorno próximamente tendrá una nueva actuación que -confiemos- llegue a buen fin. Por esta razón volví a escribir de la fuente en 2019, muy poco antes de las circunstancias que nos confinan al alféizar desde el que reivindicar el devenir de este elemento que, fuerte como un toro, vive y quiere vivir. La Fuente (de) Toro, popular y orgullosa, ni siquiera desea ser recordada por una “de” -no la necesita-, sino como el pueblo la llama: Fuente Toro.

Texto: Valeriano Sánchez Ramo, historiador

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