Historia universal por fascículos
Cuentan de Isaac Leví, un judío de Brooklyn, que en el año 1982, comenzó una imponente colección por fascículos de la historia de la aviación. Fue tal su fervor coleccionador que, al año siguiente, se enganchó sin remedio a una de las colecciones más disparatadas que jamás haya visto el ser humano y el gremio de los kiosqueros. La colección se llamaba “monte en casa su propio boeing 747”. Con el primer fascículo regalaban uno de los alerones de cola, cosa que propició un cambio de residencia de Isaac y toda su familia desde su modesto piso de Brooklyn a un hangar a las afuera de Nueva York.
Pasados treinta años y más de 1.500 entregas semanales, cuando a Isaac sólo le quedaba un parabrisas para completar su avión la editorial quebró. Isaac, con su avión ya montado no se echó atrás y emprendió un litigio con la editorial. Un juez le dió la razón y la editorial tuvo que remitirle el parabrisas y una indemnización de 150.000 dolares por incumplimiento fascicular. Dicen del judío que, al recibir la última pieza del modelo, entró en un colapso nervioso y le resultó imposible completar su proyecto.
Más colecciones
El avión , en la actualidad, es un almacén dentro de un hangar que guarda celosamente en su bodega y cabina de pasajeros y pilotos la colección universal de muñecas de porcelana que su mujer venía coleccionando desde el año 1969. La fragilidad del material que hay en el interior del aparato hace totalmente imposible su vuelo.
Sus hijos han aprovechado la chapa exterior del aeroplano para ir pegando uno a uno todos los imanes de frigorífico que vienen fabricándose desde la segunda revolución industrial y que, convenientemente, comenzó a distribuir Planeta Agostini desde el final de la guerra fría. Esta colección, anuncia la distribuidora, es interminable, y asegura su compromiso al cien por cien con el comprador habida cuenta de las neveras y congeladores que se están fabricando en los países del tercer mundo y en aquellos que están en vías de desarrollo. Los frigoríficos y los imanes nos llevan, casi por compromiso, no ya del materialismo dialéctico, a la revolución y la diarrea.