Bajo presión
La mayoría de vosotros, yo me incluyo, ya estará pensando cómo desfacer este entuerto de la pandemia mundial. La gran mayoría estamos pensando en el paisaje de Europa después de la tormenta. Esta realidad, nueva, sin escombros, sin reconstrucción de ciudades, comenzará a emerger como las flores en los cementerios. En Europa se piensa en el hoy, rara vez se mira al pasado, y los que miran lo hacen con el catalejo de la historia, tan anodina para el resto de la población, enzarzada en la inmediatez de los dispositivos móviles. Pensamos en la cura sin saber si mañana estaremos muertos. Occidente confiere ésa absurda inmanencia. Trascender para otros. Tales son nuestras cuitas, vagas, imprecisas. Ya llegará el mañana.
Trabajar bajo la presión de la incertidumbre. Números cantan. Qué nos va a costar esto. Qué precio hay que pagar. De qué nueva hipoteca vital estamos hablando. Muchos de vosotros, yo me incluyo, ya estáis pensando en soluciones, en adelantar trabajo, en poner los cimientos de un edificio que a lo mejor nadie nos compra, que a lo mejor a nadie interesa, porque en los próximos meses lo verdaderamente categórico será “salvar el culo”, suponiendo que esta crisis nos haya dejado papel para limpiarlo y mostrarlo en bandeja.
Pondrán precios a nuestros culos
Tanto se habla ahora del culo. Antes ponían precios a nuestras cabezas, ahora pondrán precio a nuestros culos. Vayamos pensando en la vaselina, hagamos acopio de ella antes de que desaparezca de la faz de la tierra. No os hagáis demasiadas preguntas, no hay tiempo, estáis tardando en coger el nuevo tren de vuestras vidas. Todo es presión y tiempo. Todos estamos fuera, nos han echado, estamos colgados de un expediente. Somos un número, un pequeño código binario que lucha por sacar la cabeza en las listas, en los datos de cualquier instituto de la cosa que maneja a los seres por distritos, calles, portales.
Europa es la tortuga, el viejo fantasma Marxiano, sorprendido de verse en harapos frente al espejo, como el emperador desnudo del traje nuevo del emperador. Volverá a llover, todo acabará limpio como nos dice una y otra vez la historia. Pero la lluvia será más ácida que nunca.
Calentad motores, ya estamos desnudos, ya nada pueden quitarnos. Tal vez lo “bailao”.