Almeriensadas

Almería, siempre me gustarás

Se levantó un nuevo día. Las nubes abrían paso a ese sol que brilla casi los 365 días del año para alumbrar a una pequeña urbe que vive próxima al mar. La roca formaba montañas desnudas que dibujaban sus laderas casi con la misma suavidad que las olas del mar rompían en la orilla aquel día. Las chicharras guardaban reposo en la sombra de los pocos árboles que existían alrededor, mientras los bañistas cogían impulso para entrar en el mar y liberarse del sol que fustigaba sus cabezas. El viento no cesaba y las pitas, aprovechando la agitación de la mañana, se movían de un lado a otro al son de una coreografía inventada sobre la marcha. Pero teníamos ganas de más, así que seguimos recorriendo los rincones de este lugar.

Empezaban a esconderse los primeros rayos de sol y la hora dorada comenzaba su espectáculo. El atardecer dibujaba un cielo perfecto azafranado. Era tan cálido que costaba apartar la vista de él, aunque solo fuera por un segundo. Decidimos subir a lo alto de La Alcazaba antes de que la función diese lugar al siguiente acto. Mientras caminábamos muchos de nosotros girábamos la cabeza para contemplar cómo el cielo caía rendido ante la ciudad. Para ver cómo las sombras de algunas nubes que aparecían fugazmente dibujaban formas sobre la montaña. Formas que quedaban a la merced de nuestra interpretación. Cuando llegamos arriba el sol casi se había escondido ya. Ahora el naranja se tornaba a azul y las estrellas aparecían como lo hacían los ojos del gato de Alicia que emergían de una oscuridad absoluta. El tintineo calmó nuestras ganas de alcanzarlas para no dejarlas escapar.

Bajamos de allí y ahora la oscuridad contrastaba con el encendido de las farolas de la ciudad. Nos dejamos llevar por la sinuosidad de los callejones del Casco Antiguo, un laberinto del que algunos no queríamos huir. Cruzamos entre palmeras esa plaza de suelo blanco mientras unas cabezas de león vigilaban nuestros pasos. Los bares se habían llenado y las risas no dejaban de colmar las calles. Almería respiraba alegría y ganas de seguir recorriendo todos sus recovecos.

Celia Peña

Publicista y Relacionista Público por la Universidad de Málaga, con un Máster en Marketing Digital y Social Media. Apasionada del diseño, la escritura y la creatividad.

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