Los 10 discos que han marcado al periodista musical ‘El Chayi’
Javier M. Alcaraz ha hecho un repaso por los discos que han escrito la historia de la música de su vida
En la música en Almería nos conocemos todos. Nos vemos las caras concierto tras concierto, muchas veces sin importar el género. Javier M. Alcaraz, ‘El Chayi’ para amigos y seguidores, es una de esas personas a las que solo me encuentro en el entorno de la música. Cada uno con su forma de verla y vivirla, y con ella como pasión en común. Las conversaciones previas, comentarios durante, y opiniones después del concierto son un valor añadido que completan el encuentro.
Javier es ese periodista grandullón al que no le asusta la crítica, capaz de bucear entre tanta oferta musical y destacar a quién lo merece, sea cual sea su género o registro. Una labor difícil porque, para quien crea que no, la cultura tiene ideología. Y es que muchos periodistas culturales promueven espectáculos y eventos, desde una postura de mercado y sin valoraciones finales, divorciándose de la literatura, el compromiso y la fidelidad del periodismo.
Con su amplitud de miras, pasión por el conocimiento y su alto grado de creatividad ha trazado un camino que le ha llevado por Cadena Cope, La Voz de Almería, Cadena Ser, Localia Televisión y Asempal. Actualmente se multiplica hasta el fin: trabaja en Rock Estatal desde 2002; es el creador y director de RockSesión desde 2012; está en Consultora Contraportada desde 2013; en la Comunicación del Área de Cultura y Educación del Ayuntamiento de Almería desde 2014; y es jefe de prensa de Cooltural Fest desde su nacimiento, en 2018.
Con todo este background, hoy ‘El Chayi’ ha escogido 10 discos que han influido o marcado su trayectoria como periodista cultural. Aunque la lista sería interminable, esta selección pretende ser un repaso por la historia de la música de su vida en orden alfabético. A cada uno de los discos le acompañan una serie de razones por las que estar en esta lista. Como buen periodista, entre disco y disco nos ha colado otros nombres que también ocupan un lugar importante en sus estanterías y listas de reproducción.
Bruce Springsteen – Live 1975/1985
Rock disfrutón, íntegro, un símbolo que no ha perdido nunca ni su conciencia de clase ni su bonhomía. Es un ejemplo. Es uno de los recuerdos de infancia más asentados. Mi hermano (diez años mayor) era un seguidor acérrimo y ‘me harté’ de escucharlo, al igual que mi hermana. Nos lo metió en vena. Al final el círculo se cuadró un tanto cuando lo vi en Madrid con él y en Benidorm con ella, diez años después. Siempre será el jefe de un tiempo feliz e inocente. Devoción eterna.
Bunbury – Pequeño Cabaret Ambulante (2000)
Siempre fui más de Bunbury que de Héroes, a los que me acerqué mucho después. Es uno de esos discos que llamo ‘jodidos’. Su rollo latino pero estiloso, su cadencia circense y el corazón en la boca en cada verso con canciones alejadas del estruendo pero con una efectividad brutal. Y toda su discografía, salvo alguna excepción puntual, lo ha conseguido. Es uno de los discos que más me ha hecho llorar, aunque esos dan para otra decena, con Alejandro Sanz, Elefantes… Casi podría compartir nivel emocional con Honestidad Brutal y, más todavía, El Salmón, de Calamaro, del que adoro sus cinco discos y la valentía de alguien que va a pecho descubierto. Lo malo es que eso con frecuencia significa que te lo rompan.
Camarón de la Isla con Paco De Lucía – Al Verte Las Flores Lloran (1969)
Elijo este disco porque es el debut de Camarón y mi padre me regaló su vinilo, comprado en su momento, en vida. A mi padre le debo conocer a cientos de cantaores y decenas de palos del flamenco. En mi obsesión por investigar y conocer mi pasión por el género es absoluta. Del pasado al presente, del que recomiendo nombres como Arcángel, Argentina, Rocío Márquez, El Boleco… Del pasado de Mairena a Manuel Torre, pasando por El Cabrero, Lebrijano, El Turronero. El flamenco es una jodida maravilla infinita. La traslación del dolor del alma hecha cante.
Extremoduro – La Ley Innata (2008)
Mi grupo hasta el final de los tiempos y, quizá, el mejor disco de Rock, con mayúscula, que se ha hecho en este país. Es jodido tener una legión de fieles a los que les gusta que seas cerril y de repente marcarte un disco sinfónico (aunque ya había usado cuerdas en Canciones Prohibidas) de matices infinitos. Después, en solitario, Robe Iniesta demostró que no tiene techo alguno. Libertad creativa y un talento fuera de lo común. He tenido la suerte de entrevistarle tres veces y sorprende lo sencillo, cercano y honesto que es en la conversación. Es un hombre de otro tiempo. Valga desde aquí mi guiño a su primo cercano, Kutxi Romero de Marea y a un Chinato del que todavía recuerdos sus conversaciones.
Hora Zulú – El Que La Lleva La Entiende (2006)
Pocos grupos me han dejado con la boca abierta desde la primera vez que escucho una canción de su autoría. Con ellos me pasa casi siempre. Hora Zulú viene a ejemplificar mi gusto por letras complejas, elaboradas y sanguinolentas (Nacho Vegas, Corcobado, Albert Pla, Serrat, Aute…), la furia del metal (de mis Hamlet o Somas Cure) y también cierto aire maldito. Sus letras son puñales mojados en vinagre y sal. Es una de las bandas que más he visto en directo y el tiempo ha querido que sea amigo de Aitor Velázquez, quien para mí era un absoluto genio, uno de los tipos más inteligentes y de conversación más ágil que he conocido nunca. De su discografía, este disco me parece el que está en el punto más equilibrado de su evolución.
Javier Krahe, Joaquín Sabina y Alberto Pérez – La Mandrágora (1981)
Y valga para incluir en la lista la discografía de mi tocayo y la de Sabina (aunque con Alberto también lo pasé bien en el Zaguán). Lo escuchaba con una cinta de mi madre y me sorprendía la ‘seriedad’ que tiene el humor. Creo que desde niño me hizo apreciar ese tipo de contar historias, de ahí que siente gran simpatía por el género en todos sus registros, desde Toreros Muertos a Mamá Ladilla, Lendakaris o Antílopez. No hay nada más serio y más difícil que hacer reír. Con Krahe compartí varias noches inolvidables (“tu cámara está rota, me ha sacado demasiado viejo”) y de Sabina para qué explicar nada.
Leonard Cohen – Live In Concert (1994)
Vivo con la obra de Leonard Cohen desde que tengo memoria musical. Me es grato ir encontrando a personas que, sin saber por qué, sintieron fascinación por él también desde niños. Entonces no se entienden los motivos, claro, pero da una sensación de comunidad reconfortante. Cohen necesitaba algo en lo que creer para encontrar la paz. Y toda su vida fue una búsqueda entre mundos contrapuestos. Pasión por la carne y el amor en su plenitud filosófica que hace que una cosa y otra no parezcan tan alejados en la eterna contradicción del artista al que le cuesta gestionar el poder de su talento. Un genio indiscutible, como Dylan.
Marilyn Manson – Antichrist Superstar (1996)
En la época de pre investigación musical obsesiva, mientras preparaba selectividad, me fascinó su estética fantasmagórica y aleccionadora. Sus guitarras, su forma de cantar. Escuché ese disco una y otra vez durante la preparación de los exámenes. Saqué al final más de un 9 de media, por lo que no me vino mal. También diré que me encanta como ha envejecido en lo musical. Más sereno, pero con la misma actitud y mayor elegancia. Como un Bowie con mucha más mala leche y saber que se puede desbarrar sin perder el norte. Un cariño especial.
Muse – The Resistance (2009)
Junto con Rammstein, Mastodon, System of a Down y Radiohead, puede que sean, más allá de los clásicos Zeppelin, Beatles, Stones o Pink Floyd, mi banda extranjera más influyente. El falsete imposible de la voz, la contundencia de los ritmos, la espectacularidad de sus conciertos (el mejor que he visto en mi vida fue en el quemado Palacio de los Deportes), las guitarras… Una épica que hace temblar y que de alguna manera, como los que he citado, me provocan conexiones neuronales que otros ni rozan. No han evolucionado como a mí me gustaría, pero quien quiera escuchar el mismo disco siempre para eso tiene el ‘replay’.
Triana – El Patio (1975)
Junto a Leño y Miguel Ríos, creo que son los tres nombres propios que le metieron un meneo a la música más allá de los solistas melódicos. Posiblemente sea el mejor debut de la historia de nuestra música. La poesía trascendental y existencial de Jesús de la Rosa me sigue helando la sangre con algunos versos mágicos, de los que luego beberían tanto otros grandes como Manolo García e infinidad más. La música es una excepcional manera de llevar las cadencias flamencas al rock. Algo que sublimaría Enrique Morente y Lagartija Nick en Omega o el veneno de pasión que es Fausto Taranto o Derby Motoreta’s Burrito Kachimba.