El Tesoro de Tíjola la Vieja
Un tesoro natural, un enclave histórico, un lugar para conocer y disfrutar con vistas sobre el Valle del Almanzora
El Paraje de La Cerrada de Valentín, La Cerrá, es un desfiladero estrecho y vertiginoso de varias decenas de metros, más de 120, un tajo en la roca por el que discurre un pequeño tramo del río Bacares. Allí se concentra naturaleza espectacular, historia, trabajo y ocio. Desde mis bisabuelos, mi familia ha estado vinculada a su entorno, al trabajo duro y a momentos felices. Es un referente del patrimonio natural y cultural de la Ciudad de Tíjola.
Hay muchos vestigios de antiguas poblaciones asentadas en el entorno. El lugar debió ser muy codiciado por la abundancia de agua, los yacimientos minerales y la fortaleza defensiva del terreno. La corriente de agua y su gran desnivel favorecía el aprovechamiento agrícola, la ganadería y la fuerza motriz para los molinos y otras industrias. El subsuelo circundante oculta cobre, hierro, cinabrio y ágata. La Cueva de la Paloma produjo cobre desde la época argárica (II milenio antes de Cristo) hasta el siglo pasado. La abundancia de piedra caliza es notable, indispensable para sillares, mampostería y argamasas. Hacia el Sur, la sierra de los Filabres ofrecía madera, miel y todo tipo de plantas medicinales. Hacia el Norte, apenas unos cientos de metros, La Muela es un enorme depósito de arcilla alfarera de la mejor calidad.
Las murallas de Tíjola la Vieja
La historia y la leyenda habitan en los restos de las murallas de Tíjola la Vieja, en las paredes de La Cerrá y casi en cada piedra del río. En este lugar, en marzo de 1570, Don Juan de Austria puso cerco a los rebeldes moriscos refugiados en la antigua fortaleza, asoló el lugar y despobló el territorio. Aquel suceso dio lugar a nuevos pobladores, nueva vida en los mismos paisajes y espacios.
La zona ha sido muy transitada. En el siglo XIX un paso habitual de pastores con denominación de Vereda era descrita así: “Desde Serón por la Fuente de Andrés García, al Pecho de Aragón, la Cueva de la Paloma, la Loma colorada y Armuña”.
Una vereda discurría desde el pueblo bordeando las riscas de la zona Norte de Tíjola la Vieja, hacia el poniente. Por la Puerta Falsa se daba vista a la Cueva de la Paloma, y podías llegar a la Fuente del Huevo, al “Molino de arriba” o bajar hasta el Molino de Abajo, el de La Cerrá, junto al cauce, un molino harinero que también fue fábrica de electricidad, destruido por riadas y reconstruido varias veces hasta su abandono.
Las huellas en el paisaje
El Carril de la Cerrá era un paso de regantes sobre la acequia del pueblo. Su trazado fue modificado en los años 30 para facilitar el paso de un carro hasta el molino de abajo, y ampliado en los 70 para permitir el acceso de vehículos de mantenimiento a los pozos del ayuntamiento.
La explotación agrícola, ganadera, industrial y minera dejaron huellas en el paisaje, aunque sin llegar a cambiarlo de forma significativa. Desde La Cerrá se recogen y reparten las aguas del río Bacares para dar riego a la vega de ambos lados del cauce. Hoy un pozo abastece las mismas acequias aun en uso desde siglos.
El lugar es también un referente para celebraciones festivas, como el día de San Marcos, y para todo tipo de excursiones familiares, senderismo y actividades deportivas. La Cueva de la Paloma y la Fuente del Huevo son visitas obligadas en cualquier estación del año. Esta fuente es un manantial que nace de la roca viva. Desde siempre ha proporcionado agua para beber y alegría en los juegos bajo su cascada.
El paraje de Tíjola la Vieja y la Cerrá, un monte áspero y fragoso, de muy difícil acceso, un lugar casi inexpugnable que domina las vistas sobre el Valle del Almanzora, un tesoro natural, un enclave histórico, un lugar para conocer y disfrutar …
Texto: Carmen María Acosta Pozo. Asociación Histórico Cultural de Tíjola.