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SUICIDIO / PROCREACIÓN

John Kendall ha pasado a la historia por ser el único hombre que se ha suicidado tres veces sin éxito. Este granjero de Iowa se propuso no querer vivir a la edad de 24 años. A los 18 años ya era padre de cuatro criaturas, a los 23 diseñó su primera soga. Su vida de granjero y agricultor era, aparentemente, un remanso de paz. Su vecino más cercano vivía a cinco kilómetros, Graham, poseedor de un extenso latifundio de mazorcas de maíz. Su primer intento de suicidio coincidió con el nacimiento de su octavo hijo, un chiquillo vivaracho e inteligente que ya dio muestras en el útero materno de ser un consumado pianista.

Siendo sietemesino ya dominaba a la perfección las variaciones goldberg de Johann Sebastian Bach y el concierto número 3 de Rachmaninov para piano y orquesta, destacando especialmente en el primer movimiento: allegro ma no tanto. Que cómo llegó el pequeño piano al vientre materno es aún un enigma para la ciencia, nunca se ha comprendido la relación entre el cultivo intensivo y la erudición en el dominio de un instrumento. Kendall, una persona sencilla, aficionado a la fabricación casera de cerveza, comenzó a desarrollar una migraña letal, lo que le condujo a dormir en el cobertizo los dos últimos meses de embarazo de su octavo hijo, provocándole aquello diferentes pinzamientos cervicales debido a la mala colocación de las balas de paja que le sirvieron de improvisado lecho.

Suicidio frustrado

El parto de aquel chico fue la excusa perfecta para el primer suicidio fallido del granjero. Al no encontrar la soga que tan laboriosamente había estado fabricando el año anterior con los pelos que iban alojándose en su ombligo, en parte por las camisas de franela, en parte por las camisas interiores de algodón, optó por arrebatarse la vida, en un descuido de toda la familia y la comadrona, con el cordón umbilical de la criatura. Se colgó de una viga de madera del granero, pero la correosa cuerda de las entrañas de su mujer se rompió, propiciando una caída de cinco metros de altura que tan solo sirvió para colocar correctamente en su sitio sus doloridas vértebras.

El segundo intento fallido lo buscó Kendall con el tractor. Intentó estrellarse contra un árbol pero sólo consiguió llegar al siguiente condado, ignorando las cientos de miles de hectáreas en las que no se ve un solo vegetal que mida más de un metro de altura. El tercer intento frustrado quiere olvidarlo: no debes dejar jamás que un gorrino te de por el culo después de haberlo dejado sin comer durante dos semanas. Kendall, como si acabara de bajarse del caballo, con los típicos andares de John Wayne, nunca volvió a subirse a un tractor. El suyo fue un lento suicidio, el de la procreación sin medida. Su descendencia, catorce hijos varones, lo llevan siempre en el corazón. Su recuerdo es imborrable. Hasta muerto no puede estar más vivo. Esto nos lleva a la teoría del eterno retorno, de nuevo a la creación del todo, del infinito, del espacio insondable.

Fernando Labordeta

Fernando Labordeta Blanco (1972) lleva dedicado activamente al hecho artístico desde 1991. En este tiempo ha escrito libros de poesía y pensamiento, artículos periodísticos, obras dramáticas, canciones, diseñado exposiciones, libros y carteles, actuado con diversas compañías andaluzas, pintado cuadros, dirigido obras de teatro y talleres. Entre sus libros publicados cabe destacar: 'dueto', 'el gran sur', 'itinerante', 'lenguaje teatral', 'música de fondo', 'el vientre de las nubes', 'poemas para Erlinda'. Cabe mencionar, aparte de la mencionada trilogía, las siguientes obras de teatro estrenadas: 'Los locos: una hora de amor', 'obra de arte', 'infierno', 'Paloma y Adrián son pareja formal'. Para los alumnos del máster de pedagogía artística de la universidad de Almería escribió la conferencia 'El lugar de la representación'. Tanto en el terreno literario como actoral ha recibido diversas menciones y premios.

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