Labordeta y Calavera
Si no recuerdo mal, lo dejamos en 2009. Sí, “lo dejamos”, como una pareja, que a fin de cuentas, salvo en la cama, es lo que éramos.
El mundo del espectáculo fue el último al que llegó la crisis en su efecto dominó. No lo dejamos por baja demanda ni nada de eso. Vivíamos en el caos. Éramos payasos, redactores, monologuistas, poetas, guionistas, técnicos… Era un bendito disparate y cada uno quería enfocarse durante un tiempo en ramas distintas.
Antes de que se cayera el circuito nacional (quedan pocas salas en España, eso sí, las mejores), recorrí el país con las giras de Paramount, los bares, convenciones y demás. Cada vez que me bajaba de un escenario fuera de Almería, tanto antes como ahora, de la gente que se me acercaba, había dos comentarios que se repetían más que ningún otro. El primero si me dedicaba a otra cosa a parte de eso, y el segundo “yo te vi en Almería”. En el Malevaje o el Zaguán. En Vigo, Madrid, Barcelona o Badajoz. Y de la gente que me escribe desde el extranjero tres cuartos de lo mismo. Estudiantes que al terminar la carrera tuvieron que emigrar a países que necesitaran médicos y científicos para no tener que renunciar a sus carreras y reconvertirse en camareros.
Comediantes como reclamo turístico
Fueron más de diez años de programaciones semanales. Los lunes el Zaguán, los jueves el Malevaje. Había muchas más, tanto en la capital como en la provincia, pero esas dos eran las que más programaban y recordaba el público. Hablamos de una época en la que ni soñábamos con pisar un teatro. Cuando venían turistas, sus amigos almerienses los llevaban de los pelos a esas salas. Los comediantes eran un reclamo turístico.
No era como ahora, que alguien te habla de un cómico que no conoces, sacas el móvil y lo ves inmediatamente. Había que ir al sitio. Y lo que pasaba en ese bar se quedaba en ese bar.
Fernando y yo estuvimos actuando juntos, entre pitos y flautas, diez años. Todas las semanas probando sketches en esos locales. Un laboratorio perfecto para lo que vendría después.
Antes no había ofendiditos
Cuando nos reunimos para organizar el próximo revival, vimos inmediatamente que no iba a ser nada fácil. Había que elegir diez historias de entre doscientas, pero no sólo eso: antes no había ofendiditos.
Somos conscientes del riesgo que asumimos al rescatar alguno de esos cuentos de humor, pero no hemos querido autocensurarnos. No por nosotros, por el público. Suponemos que los nostálgicos querrán revivir aquellos momentos de la forma más parecida posible a como lo hicieron en el pasado. Con respecto a los apócrifos, bienvenidos seáis. Si os escandaliza, tened en cuenta que los otros estaban antes.