Sin Pingurucho no hay Plaza Vieja

Artículo de opinión que se posiciona en contra del traslado del obelisco construido en homenaje a Los Coloraos

Plaza de la Constitución, Plaza Vieja, Plaza de la Libertad, Plaza de la Independencia Nacional, Plaza Mayor, Plaza de los Moros, Plaza del Mercado o Plaza del Juego de Cañas. Más de mil años de historia, desde tiempos del reinado Abderramán III y el nacimiento de Almería, contemplan el que, desde finales del siglo XIX, representa el centro social, político y administrativo de la ciudad.

Es en este lugar donde se levanta el edificio del Ayuntamiento que desde el año 1898 contempla el Pingurucho, una especie de obelisco construido en homenaje a los Mártires de la Libertad, más conocidos como Los Coloraos. Su nombre proviene de las casacas rojas que vestían los soldados liberales que llegaron a la playa de Almería en 1824, cuyo objetivo era derrocar el absolutismo del rey Fernando VII y reinstaurar la Constitución de 1812. Sus vidas terminaron al ser fusilados, de rodillas y de espaldas a sus verdugos, al final de la Rambla de Belén.

Destrucción y reconstrucción

Desde que se construyó en 1870, el Pingurucho ha sufrido varios percances. En 1898 fue trasladado desde la Puerta de Purchena a la Plaza Vieja. La estatua de un ángel, la primera figura que yacía en lo alto de la columna, quedó destrozada al desprenderse durante la mudanza. Fue sustituida por la bola con pinchos y que simboliza el Sol. En 1943 fue destruido por las autoridades franquistas poco antes de la visita que el general Francisco Franco hizo a la ciudad de Almería. En 1988, fue reconstruido una vez más devolviéndolo a la Plaza Vieja hasta la actualidad en que vuelve a ser el centro de una nueva polémica.

De todos es sabido, pero no votado por los ciudadanos de Almería, que el actual gobierno local ha decidido trasladar el Pingurucho al Parque Nicolás Salmerón, frente a la entrada del Puerto, en la fuente del Remador (si, como dicen, lo hacen por referencias históricas, aunque los soldados desembarcaron en la playa de San Miguel, a 1,3 kilómetros de ahí. Y si es donde los ajusticiaron, fue al final de la Rambla de Belén, tampoco este sería el lugar). Esto sumaría un gasto total de 700.000 euros. Además, se quiere remodelar aún más la Plaza Vieja cuya obra cada vez se parece más a la de la Sagrada Familia de Barcelona, la de nunca acabar.

Los miembros del equipo de gobierno, no contentos con ello, han decidido retirar los ficus centenarios que rodean la plaza y ofrecen una buena sombra natural durante la temporada de verano, mejor que unos toldos, mientras se tapea en la tranquilidad del lugar. Arquitectónicamente puede quedar muy bien pero visualmente sería un lugar insípido, sin alma ni sentimiento tanto para los almerienses como para los futuros visitantes que paseen por ahí.

117 alegaciones

Por si esto fuera poco, se han desestimado las 117 alegaciones que se presentaron en Pleno haciendo caso omiso a las quejas de colectivos, asociaciones, almerienses y a la historia de Almería en particular que ha visto como otros monumentos emblemáticos de la ciudad han sido degradados, enterrados o destruidos en su totalidad.

Según comentó la Concejala de Urbanismo e Infraestructuras, Ana María Martínez Labella, a comienzos de este año 2020, esta remodelación “no va contra los árboles de la Plaza Vieja y sí en favor de la protección y puesta en valor de nuestro patrimonio arquitectónico que se encierra en ella”. Aunque en 2018, en contraposición a sus anteriores palabras, comentó que “nos encantaría ver la plaza llena de terrazas, es lo que le da vida a una ciudad”.

En referencia a esa protección del patrimonio arquitectónico de la que habla Martínez Labella, solo hay que mirar la casa nazarí de la calle Doctor Gómez Ulloa enterrada bajo contenedores de basura, o el yacimiento hallado en la plaza Manuel Pérez que descansa entre escombros, cemento y mármol. Tampoco hay que olvidarse del “provisional” acero corten en las murallas de Jayrán, o las murallas del siglo X de La Chanca enterradas bajo un bloque de viviendas aunque estas se hayan considerado Bien de Interés Cultural. Eso, entre otros asuntos patrimoniales arquitectónico e históricos apenas protegidos.

Chumbo verde

Según el alcalde Ramón Fernández Pacheco, en un escrito que envió a los premios “Chumbo Verde al no asistir a la recogida del negativo galardón otorgado por Asociación Amigos de la Alcazaba, el Pingurucho destaca poco en la Plaza, como aprisionado por el entorno. Esta justificación es casi idéntica a la que aparece en un informe de 1899 sobre el traslado que en el año 1870 se realizó del Cenotafio, construido por Juan Prats, desde el cementerio de Belén hasta la Puerta Purchena. El documento señala que este monumento había quedado rodeado de edificios y que en los actos de homenajes cívicos y religiosos la multitud no cabía en el espacio. Añade que el material y el entorno del Cenotafio había quedado muy degradado y “poco digno de honrar la memoria de tan ilustre patricios”.

¿Acaso el Pingurucho no es considerado patrimonio, no solo histórico, sino arquitectónico de la plaza y de Almería, para que lo trasladen a otro lugar sabiendo el peligro que supone? ¿Qué obsesión tiene el alcalde con la Plaza Vieja, que se remonta a noviembre de 2015 sino de antes como concejal de Cultura, de querer desmantelar el monumento a los Mártires de la Libertad de su espacio de hace más de un siglo? ¿No hay asuntos más importantes en la ciudad de qué preocuparse que incidir en este tema una y otra vez? ¿Tanto molesta la historia de Almería al gobierno actual?

Consenso

Almería, su historia, su cultura, su arquitectura y su gente debe ser respetada no por el gobierno local de turno sino por todos y cada uno de los políticos que, en teoría, dicen representar a los habitantes de la capital. Cada partido y político que entra en la Alcaldía es obvio que quiera dejar su insignia marcada a fuego como sea. Unos con plazas sin árboles, otros con parques sin sombra, otros con el que podrá ser un gran paseo en el Cable Inglés con unas hermosas vistas al mar y otros asuntos tanto buenos como malos para Almería. Pero, para ello, hay que tener el consenso de todos los que viven en la ciudad.

Tanto el Pingurucho como la Plaza Vieja se han convertido en un binomio arquitectónico y turístico de la ciudad de Almería, en el que se ha llegado a crear un espacio de convivencia para todos. Dejemos las cosas como están. Hay muchos más asuntos que mejorar en la capital.

El pingurucho. Foto: José Antonio Junqueras
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