Ayer fue el Día Internacional del Mal de Amores, una fecha que, si bien está dedicada a los despechados y sufridores por amor, también lo está para aquellos que, por sus circunstancias, no pueden vivir en una relación armoniosa y estable con la persona amada. Como ocurre con la protagonista de ‘La Odalisca’, una historia de amor en la que Almería se convierte en testigo de un idilio frustrado.
Corría el año 1051 en pleno reino musulmán con Muhammad Abu Yahya a la cabeza del reinado. Un rey benévolo, según las gentes de la tierra, que alcanzó, en sus cuarenta años de mandato, la prosperidad económica y social de la época. El rey de la Taifa de Almería, conocido popularmente como ‘Almotacín’, vivía junto a su hija Galiana en el Palacio de la Alcazaba.
A Galiana le encantaba asomarse todos los días al alféizar de su ventana. Mientras peinaba su largo cabello rubio, la hija favorita del Rey observaba una Almería en pleno siglo dorado que sobresalía por sus playas y paisajes. Y, aunque sea sorprendente, no era un príncipe, sino un preso, el que robaría el corazón de esta joven enamorada.
Amor y tragedia
El preso, que permanecía en las mazmorras, se había enamorado de los ojos verdes de Galiana. Cada día cantaba y le dedicaba poesías en un intento de atraer su atención. La joven, como una abeja a la flor, se sentía cada vez más atraída por aquellos cantares y versos. Y rápidamente se dio cuenta de que había caído en la trampa del amor de un preso.
Galiana, aprovechando su posición, convence a los guardias para que todas las noches pudiera bajar en secreto hasta la mazmorra y allí yacer con su amado. Almotacín pronto se da cuenta de que algo está pasando y Galiana, al conocer que su secreto se había descubierto, decide ayudar al preso a escapar. Para ello anuda y deja caer decenas de velos de seda por la Torre de la Alcazaba, para que su amado pudiera deslizarse por ella y descender hasta el barranco de La Hoya.
Los soldados llegan mientras el preso baja y, al ser llamado para que retornara de nuevo a las mazmorras, decir arrojarse al vacío antes que vivir preso. La hija del Rey ve todo desde su ventana; desde aquel alfeizar donde escuchaba a su amado cada día. Entre desconsuelo y dolor, Galiana comienza a llorar mientras aprieta los velos de seda que iba a utilizar para su propia huida.
Pasan los meses y nuestra protagonista entra en depresión. Sus lágrimas riegan las tierras de Almería y, al poco tiempo, muere con la mirada perdida hacia el barranco. La leyenda cuenta que, en las noches de luna llena, aún sigue retumbando entre las murallas de este barranco los cantos que el preso dedicaba a Galiana en esta historia de amor en Almería.