Manolo Carmona es un almeriense enamorado del teatro. En 1967 cogió un tren a Madrid para ver su primer estreno en la capital y desde ese año no dejó de viajar a teatros de toda España. Ha visto miles y miles de obras y, en ocasiones, ha llegado a tener anotadas en su diario de viajes más de 150 obras en una sola temporada. Conoce a muchos actores, actrices, directores y jefes de salas, entre otros profesionales. Algunos son amigos. De hecho, tiene dos apodos que le caracterizan, ‘El inquilino de la primera fila’ y ‘El hombre que viene de lejos’. Después de hablar con él y conocerlo en persona, se me ocurre que ‘El experto aficionado al teatro’ podría ser otra forma de llamarlo.
Butacas llenas
Su buen criterio es ya de sobra conocido en este mundo, tanto que entre el gremio dicen que cuando Manolo Carmona repite una función, es porque es buena. Él es consciente de que su opinión puede influenciar, pero también que los gustos son muy personales y por eso ‘no se moja’ cuando escribe sobre las obras.
“No lo hago porque mi sueño es que los teatros se llenen, sufro cuando voy a ver una obra y hay butacas vacías. Que la obra guste o no, cada uno deberá valorarlo después, pero no quiero limitar a nadie. Lo que quiero es que la gente vaya al teatro. A mí mismo me han recomendado, ya no solo obras, también películas, libros,…y no siempre ha coincidido mi criterio con el de la otra persona. Yo escribo en mi Facebook o comento con los demás las obras que he visto, pero las críticas que considero oportunas las hago en privado, en confianza con los actores, las actrices, con directores… de hecho ellos mismos me han pedido opinión infinidad de veces”.
Aunque mantiene una estrecha relación con personas muy conocidas del teatro, casi nunca ha aceptado invitaciones. A Manolo le gusta pagar sus entradas.
“Por fortuna es una afición que he disfrutado y disfruto mucho porque me la he podido permitir, y mira que me han querido invitar. Pero a mi no me gusta eso, yo pago mi entrada que la gente tiene que comer”.
La afición de una vida
Se nota que a Manolo le apasiona hablar sobre teatro, hay emoción en sus palabras al contarme su experiencia. Casi no tuve ni que hacer preguntas, me dediqué a escucharle mientras tomaba notas, no quería interrumpirle.
“Yo no lo recuerdo, pero mi madre me contaba que de pequeño jugaba con marionetas en casa. Con tres y cuatro años ya ideaba mis propias historias o representaba las que había visto o las que me habían contado y me gustaban más. Mi abuelo me llevaba de la mano al Teatro Cervantes prácticamente desde que aprendí a andar. Y no solo teatro, he visto muchísimas zarzuelas y coplas. De niño me sabía todas las canciones de Marifé de Triana”.
A pesar de su pasión por el teatro, Manolo estudió magisterio y se especializó en lengua y literatura. Su profesión fue la de profesor durante cuarenta años, a efectos prácticos, pero realmente sabe tanto o más de teatro. Hizo de una afición un modo de vida.
“El actor y director Josep María Pou dijo una vez que todo lo que sabía de teatro lo había aprendido viendo teatro, y yo me sentí totalmente identificado con esas palabras”.
Una anécdota de Manolo Carmona
Una de las obras que más veces vio, un total de once veces, fue ‘La piedra oscura’, de Alberto Conejero. Una historia sobre Federico García Lorca que afirma haberle arrancado alguna que otra lágrima, algo que asegura que no es fácil. Me cuenta que la obra estuvo mucho tiempo en cartelera en Madrid y que, después de insistir bastante, consiguió que la trajeran a Almería. En concreto fue una única vez y la última, en el Auditorio de Roquetas de Mar. Había tanta consternación cuando acabó, sabiendo que era la definitiva, que se le ocurrió cortar parte del decorado (el suelo del escenario de la obra) con una sierra y guardarlo como recuerdo. A todos las personas que había detrás del montaje y al elenco les pareció una buena idea. Aún guarda en el salón de su casa su trozo con mucho cariño, junto con su recuerdo.