Francisca muestra la «cara b» de la lucha contra el cáncer de mama

Un testimonio que da visibilidad a aquellas mujeres que han superado el cáncer de mama desde la soledad

“No te ves como nada, ni como mujer ni como nada, directamente no te ves”. Así comienza a contarnos su historia Francisca, una ama de casa de Almería a la que la vida le dio un vuelco cuando le detectaron un cáncer de mama a sus 50 años. Francisca es una mujer de Níjar que ha dedicado toda su vida al cuidado de su familia y a su hogar.

Este tipo de cáncer sigue siendo el que más casos tiene en España entre las mujeres, exactamente de cada 100.000 habitantes,  este tumor ha invadido la vida de 33.375 personas.

 “Cuando me dieron la noticia, mi intuición me dijo que no volvería a ser la misma, que mi vida cambiaría para siempre, y así fue, mi vida ha dado un giro de 360º”. Francisca sólo veía su enfermedad, pero la realidad era que el cáncer no solo se estaba llevando su salud; también se estaba llevando su fuerza, sus ganas de vivir, su autoestima… Su luz propia. “Hasta que no te operas y vas pasando el proceso no te das cuenta de que como mujer sientes que te lo han quitado todo” nos relata.

La quimioterapia la recuerda como la gran culpable de sus secuelas físicas y psíquicas. “El tratamiento me hizo engordar mucho, se me inflamó mucho el abdomen desde la primera sesión”, así es como Francisca nos cuenta cómo pasó de ser coqueta a no querer mirarse al espejo. Sesión a sesión iba sintiendo como se tambaleaba su autoestima.  Ya no le hacía ilusión salir a la calle porque no se gustaba a sí misma,  un pensamiento que hizo que no quisiera ver a nadie y comenzara a ahogarse en lo que ella llama “un pozo sin fondo”.

El calor del entorno

Para Francisca todo giraba en torno a su familia; lo que le dolía y lo que la hacía feliz. Después de haber dedicado su vida a ellos, no conocía otra razón para luchar.

“No me han quitado el cariño, pero tampoco me lo han dado”. Así nos resume Francisca cómo se sintió con respecto a su familia. En un hogar donde solo hay varones, sintió que todo hubiese sido diferente si contase con una figura femenina entre ellos. Ella no duda que sus hijos lo pasaran mal, pero sintió que no empatizaron con la enfermedad y con el proceso que estaba viviendo como mujer. El afán de protección que tiene una madre para no ver sufrir a sus hijos hizo que no expresara lo que sentía y necesitaba. “Cuando les di la noticia intenté no dar detalles y quitarle importancia, cosa que me arrepiento de haber hecho, porque por eso mismo me sentí después tan sola”.

Francisca sintió la soledad hasta el punto de necesitar un abrazo. “La quimioterapia es muy dura, te encuentras muy floja y a veces necesitas que te muestren el cariño… Un: ¿cómo estás mamá? ¿Qué tal ha ido la sesión hoy?”. Eso es lo único que esperaba, recibir el amor de las personas que eran su motivo para no rendirse.

Desde que a Francisca le detectaron el cáncer hasta que acudió a su última consulta, su razón para seguir luchando era su familia. “Yo pensaba en mi hijos, porque aunque ellos no se portasen como esperaba, mi lucha diaria era y será siempre por ellos; mi vida y mi vivir es por ellos.”   

El poder disfrutar del resto de su familia era lo que también la animaba dentro de esos meses de tristeza por los que estaba atravesando. “Solo le encontraba sentido al estar con mi familia, solo quería eso, disfrutar de los míos.”

El antes y el después de Francisca

“Cuando no has tenido una vida fácil y has luchado constantemente para ser feliz y de pronto te da este palo la vida te replanteas todo… Te preguntas que para qué has luchado tanto.” A día de hoy se siente muy cansada y agotada psicológicamente. Se identifica pero no se reconoce. “Ya no me molesto mucho por nadie porque nadie se molestó mucho por mí en aquel entonces”. El cáncer no solo le dejó secuelas físicas; a raíz de pasar por esa enfermedad ha perdido mucho la memoria y siente que el cuerpo no le reacciona igual.

Nos confiesa que sus actuales 57 años no debería de sentirse una persona mayor y, sin embargo, se siente así hasta el punto de haber cambiado hasta su forma de vestir. “No me encuentro con fuerzas ni vitalidad, no tengo ninguna de las dos”.

A pesar de la tristeza inmensa que le ha traído consigo el cáncer no se consiente desistir en la lucha,  porque ha sido capaz de superarlo. No se va a venir abajo ahora ni nunca porque es una mujer con coraje y con valentía para salir adelante.

Pide ayuda

“Sé fuerte, tira hacia adelante, no te rindas… Esto es una lucha, tienes que probar a luchar con todas tus fuerzas para seguir en este mundo”. Francisca nos recuerda que todas las mujeres tienen la fortaleza para ganar esta batalla, pero, sin embargo, aconseja que se busque ayuda desde el principio. La Asociación Española contra el Cáncer ofrecen su ayuda de forma desinteresada tanto a la paciente como a sus familiares para caminar juntos esta larga batalla. Ella no tuvo la oportunidad de acudir, por lo que aconseja que otras mujeres en su misma situación pidan ayuda y hagan este camino más ameno.

Un consejo para los familiares

“Lo que más quieres en ese momento es cariño y comprensión.” Ella ha carecido de ese apoyo, por lo que hace especial atención en que a una mujer que está atravesando por esa lucha diaria se le de mucho apoyo y que la mimen aunque no lo pida. También aconseja animar a esa persona a salir a la calle aunque no quiera, porque es una de las cosas que más ayudan en el proceso. “Hay días que tienes fuerzas para ir a tomar un café, pero no tienes fuerzas para poner una lavadora… Y la razón es que el café lo necesitas para sentirte viva.” Así pone punto y final a su testimonio en el que deja un mensaje muy claro hacia esos familiares, y es que una mujer con cáncer de mama nunca puede sentirse sola y perder las ganas de vivir.

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