Cada día es más común ver las pequeñas explanadas de tierra que hay en la carretera dirección el Arrecife de las Sirenas de Cabo de Gata, llenas de coches. Una procesión de turistas y almerienses de todas las edades bajan y suben de las falsas ‘piscinas naturales’ del Cabo, para capturar esa foto o vídeo de postureo que cada día vemos más en las redes sociales.
En ‘Almería Is Different’, hacemos una excursión a lo que en realidad se llaman las Esclusas de las Salinas de Cabo de Gata. También, visitamos el antiguo cuartel y bunker de guerra, poco conocido y muy parecido al que visitamos en la aventura por la ‘Cuesta de los Presos’ de Aguadulce.
Primera parada
Una vez que hemos dejado atrás la Barriada de Cabo de Gata y el Torreón de San Miguel, continuamos en nuestro vehículo hasta llegar a la Iglesia de las Salinas, construida en 1907 y protagonista de multitud de películas.
A escasos metros de la Iglesia encontramos las viejas viviendas de los trabajadores salineros conocidas como ‘Casas puerta-ventana’. Aún continúan en pie algunos hogares de madera que servían para proporcionar alojamiento a los trabajadores y a sus familias. Todos ellos eran empleados de la Fábrica de Sal con carácter permanente en la recolecta de la sal.
Tras la Guerra Civil española, en 1936, tanto la producción salinera como la población dedicada a su explotación sufrió un fuerte declive del que no volvió a recuperarse. Algunos trabajadores marcharon a la guerra y no regresaron.
Los hijos de los empleados que permanecieron en las salinas emigraron y dejaron las casas como segunda vivienda a las que volvían durante los meses de vacaciones. Otras siguen ocupadas por los salineros jubilados, a los que les fue cedido el derecho de usufructo durante toda su vida.
Justo enfrente aún se aprecian restos del embarcadero que se adentraba en el mar y al que llegaba la sal en vagonetas. Se depositaba en tolvas y se vertía en pequeñas barcas que llegaban a los grandes barcos, fondeados mar adentro para no encallar y navegar hasta su destino.
Debidamente molturada según calibre, la sal se utilizaba para conservar alimentos, como sal de mesa para condimentar, para salazones o como sal para deshielo.
Balsas artificiales
Continuamos con la ruta en coche ascendiendo dirección el Arrecife de las Sirenas. A unos trescientos metros de comenzar la subida, aparcamos el coche en la segunda explanada de tierra. El resto de la ruta se hace caminando y es recomendable llevar calzado deportivo para llegar al lugar. El camino es de tierra, piedras y está bastante empinado.
Bajamos el único camino que desciende a los acantilados y que nos conduce a las falsas ‘piscinas naturales’ del Cabo o, mejor dicho, a las balsas artificiales de las Esclusas de las Salinas de Cabo de Gata, no siempre repletas de agua.
Cómo su nombre dice ‘esclusa’, son una serie de balsas artificiales que están unos metros sobre el nivel del mar y conectadas por algunos puntos con el mar abierto. Se utilizan para llenarlas de agua marina con unos motores y después por efecto de la gravedad, el agua sigue por unos túneles de canalización.
El motor succiona el agua a través de un juego de compuertas y esclusas. El siguiente proceso es llenar de agua una gran balsa intermedia con muros de hormigón. Cuando las balsas están llenas todo lo que hay en su interior es impulsado por una gran galería subterránea que atraviesa 1500 metros del Cerro de la Testa. Después el agua del mar desemboca en las balsas de las Salinas de Cabo de Gata para su posterior evaporación.
Una línea de alta tensión y un transformador de color blanco suministra electricidad al motor de bombeo. El cartel que anunciaba ‘Propiedad Privada’ y terminantemente prohibido el baño por riesgo accidente, ha sido arrancado del lugar.
Restos de guerras
Ahora llega la parte del camino que muchos almerienses y amantes de la historia desconocen. Los antiguos restos de la batería, el cuartel de los militares y el bunker de cañones de la Guerra Civil española.
Cruzamos la carretera enfrente de la explanada de tierra donde habíamos iniciado el descenso a las falsas ‘piscinas naturales’ del Cabo. Allí encontramos un pequeño sendero de tierra que asciende por la ladera del Cerro de la Testa.
A unos 200 metros encontramos los primeros restos casi enterrados de una batería de costa de la Guerra Civil. Desde allí los militares vigilaban las costas de los ataques de enemigos y piratas. En esta base y en otra gemela situada a 100 metros de ésta, se instalaron en 1937 dos piezas de artillería Vickers traídas desde Cartagena con el fin de abrir un fuego cruzado contra todo atacante o invasor en la zona. En el entorno de la batería aún se puede ver una pequeña cueva conocida como el ‘polvorín’, que servía para almacenar y proteger de los ataques la pólvora y proyectiles.
Pocos metros más arriba aún se mantienen los restos de piedra de una dependencia para alojar a los artilleros que servían al ejército. Bajando por la ladera y cruzando el asfalto, al borde del acantilado se conserva perfectamente el bunker de hormigón armado. Era utilizado para disparar en caso de desembarcos no autorizados y como nido de ametralladoras.
Desde la cubierta de la fortificación la panorámica es perfecta. Se puede ver la inmensidad del mar azul y una puesta de sol que ilumina las Salinas a lo lejos.