El mirador del poniente de la provincia de Almería conocido por todos como las Antenas de Aguadulce, se convierte cada vez más en una visita obligatoria por muchos turistas y almerienses. Sin embargo, lo que muchos desconocen es que realmente ese camino fue en realidad, la llamada ‘Cuesta de los Presos’ en tiempos de guerra.
Un recorrido de unos 7 km con algunas zonas de mucha pendiente tanto de subida como de bajada. En la cima, se pueden disfrutar de una vista panorámica de Aguadulce, Roquetas y de la bahía de Cabo de Gata.
Parada en el cementerio
El punto de partida ha sido el cementerio de Aguadulce ya que en él se haya una vieja Cruz de madera similar a la que hay arriba de la montaña al borde del acantilado y por la lápida de María Cinta Radigales, allí enterrada.
La curiosidad sobre este lugar de culto es porque Cinta Radigales fue la madre del General Máximo Miguel Cuervo. Según cuenta la historia Máximo fue diagnosticado de tifus cuando era pequeño, por lo que los médicos le recomendaron un clima cálido de costa. Finalmente, su familia acabó comprando una finca en Aguadulce, que además de recreo, la tuvieron en producción dando trabajo a muchos jornaleros del pueblo.
En mitad de la Guerra Civil Española cruzó al bando franquista. El General era una persona muy influyente por lo que llegó a ser nombrado en 1938 Director General del Servicio Nacional de Prisiones. Gracias a sus contactos, consiguió que el Instituto Nacional de Colonización creara varios poblados en el Campo de Dalias como el Parador, Las Marinas, El Solanillo, San Agustín y el mismo centro de Roquetas de Mar, restaurando la Iglesia.
Al frente de la institución reorganizó los servicios carcelarios en la zona franquista. Fue autor del sistema de Redención de Penas por Trabajo, mediante el cual los presos, especialmente los presos políticos, podían reducir su tiempo de condena a través de la realización de trabajos forzados.
La dureza de su mandato hizo que se ganara el apodo de ‘Máximo Cuervo’, quien creo el llamado ‘turismo penitenciario’. Éste consistía en mandar a todos los presos de un extremo a otro de la península en tales condiciones que, por ejemplo, para un preso tres traslados equivalían a un fusilamiento.
Subida por la ‘Cuesta de los Presos’
Tras dejar atrás el camposanto, subimos por la carretera que queda a la derecha del cementerio. A mano izquierda hay una enorme balsa de abastecimiento, pero que normalmente no tiene ni una gota de agua.
El camino, que ya es de tierra, nos lleva hasta un túnel que nos permite pasar bajo la Autovía A-7. Una vez pasado el túnel, comienza la fuerte subida que nos llevará al final del camino a las antiguas baterías del ejército.
El trabajo de los presos era hacer ese recorrido cargando piedras, maderas, hierros, agua, comida y munición. Debido a la dificultad del trayecto, muchos de ellos perdían la vida en la cuesta. Cargaban con tanto peso y las condiciones a las que se exponían cada día eran tan duras, que si no realizaban sus labores de manera eficiente los mataban de un tiro o morían en el camino por el cansancio o enfermedad.
Desvío a la vieja cruz
A mitad de camino principal de la ‘Cuesta de los Presos’ hay un desvío a la derecha que se distingue porque hay un murete de piedra pizarra. Subiendo un poco y caminando por la cresta del cerro, existe un pequeño altar de piedras con una pequeña y rudimentaria Cruz de madera reseca.
Dos hipótesis se barajan sobre la conmemoración de esa espontánea cruz. Una, que se levantara en recuerdo de un preso italiano que murió al hacer la batería o que sea un recuerdo de una deportista fallecida que murió en ese lugar practicando parapente.
El último tirón
Volvemos al camino principal de la ‘Cuesta de los Presos’ y tras avanzar llegamos a otra bifurcación. A la derecha hay una bajada que conduce a las Antenas de Aguadulce y a la izquierda el sendero rocoso hasta el antiguo cuartel, observatorio y batería.
Un grupo de unos 80 presos, que estaban encarcelados en el Campo de Trabajo Venta de Araoz. Hoy es reutilizada como oficinas en la cerrada cementera de Benahadux, fueron capturados por los Republicanos.
De esa Venta fueron conducidos a la requisada finca de Cinta Radigales y recluidos en esa ‘finca-cárcel’ ya desaparecida. Una vez los presos hicieron su trabajo, se dotó al observatorio y batería de artilleros para repeler y hostigar los ataques de las fuerzas franquistas.