La prótesis capilar y el exilio siempre han ido de la mano, sobre todo en el caso de los comunistas exiliados que eran calvos. ¿Hay algo más ridículo que un hombre peludo con peluca sobre su abundante cuero cabelludo? Desde luego no es la mejor manera para pasar desapercibido. Era muy común entre los oficiales de aduanas del siglo pasado reírse a mandíbula batiente de todos aquellos extranjeros que se disponían a cruzar la frontera de un país con un mapache puesto del revés sobre la cabeza. Encabezan el ránking de peor pelucados Lenin y Santiago Carrillo.
El comunismo español nunca llegó a ser gran cosa, pero las fotos de Carrillo con pelucas se exhibían en los puestos fronterizos como los almanaques de mujeres desnudas en los talleres de reparación de vehículos. Ni que decir tiene que Carrillo fue uno de los pocos exiliados por lástima que se dieron en el siglo XX. Se conoce que en el año 1954 unos funcionarios del puesto aduanero de Irún hicieron una colecta para regalarle al dirigente marxista leninista una prótesis en condiciones, ofrecimiento que el político español rechazó. El uso de postizos y bisoñés ha sido, junto con el juego de ajedrez, una de las causas de la caída del telón de acero. Una peluca mal puesta en un hombre de mediana edad portando traje de pana hacía saltar todas las alarmas, eso y fumar tabaco negro sin boquilla.
Calvice y causas perdidas
Aproximadamente un 35% de los hombres mayores de cincuenta años sufren la calvicie, por cuestiones hormonales, por estrés, y en algunos casos, por pertenecer al ala más dura de la internacional comunista. Tantos años de defensa de causas perdidas, políticamente hablando, son el punto de inflexión de esta despoblación capilar que mucho tiene que ver, también, con la interrupción del goce de cualquier manifestación vital, lúdica, festiva. Es aquí cuando entran en juego las atracciones feriales.