Unas dosis de LSD, un cunnilingus, una canción y una cala de Mojácar…

Sexo, drogas y rocanrol: el día que se acabaron Los Toreros Muertos y empezó Pablo Carbonell

Aunque después resucitaron, hubo un día que Los Toreros Muertos fenecieron como grupo. Y aquella historia de su primera separación, contada mil veces, ocurrió en Mojácar. Pablo Carbonell la explica cuando se le pregunta por ella. Siempre cambia algún matiz. Por eso vayámonos a su libro, ‘El mundo de la tarántula’ (2016), que posiblemente son sus memorias más fiables.

Los Toreros Muertos participaban en un festival en Vera allá por los primeros 90 Después del concierto se fueron a Mojácar, donde estaban alojados por su amistad con el desaparecido Tito del Amo, una de las personas de referencia en la cultura del Levante almeriense de la época. Pablo Carbonell se pilló un ácido.

Experiencia psicodélica

“Hacía tiempo que no tenía una experiencia psicodélica y aquella noche, con semanas por delante sin compromisos, era perfecta para irme de viaje psicodélico con el margen suficiente para encajar el aterrizaje por muy brusco que fuera”, escribe.

Fue una noche de risas, de disertar sobre la fe y tratar de andar sobre las aguas. Carbonell asegura que la pasó “convencido de que aquel ácido me había hecho ver una luz diferente. Me había reforzado como intérprete. Había descubierto cosas que no podían entroncar con el repertorio habitual de Los Toreros Muertos”

Cuando a la mañana siguiente lo llamaron para subirse a la furgoneta decidió que sus caminos se separaban allí mismo. Se quedó con su guitarra en casa de Tito decidido a escribir un nuevo repertorio.

Eva, su pareja de entonces, “temiendo que me perdiera un poco más, bajó a Mojácar para encontrarse o perderse conmigo, o lo que hiciera falta”. Como a ella se le pusieron los dientes largos con la experiencia lisérgica de Pablo, acordaron pasar una noche de luna llena en una cala a unos pocos kilómetros de Mojácar y compartir una dosis de LSD.

Qué gustito pa’ mis orejas

Estando tumbados en la arena, cuenta Carbonell en su autobiografía, “me puse a besar el pubis de Eva. De repente me levanté y empecé a cantar algo que me vino a la cabeza. “Ay, qué gustito pa mis orejas, enterradito entre tus piernas”. Así, en plan flamenco”. Y con esa canción que más tarde grabó y popularizó Raimundo Amador, comenzó la carrera en solitario de Pablo Carbonell en una cala desierta en la provincia de Almería.

Cuando Eva supo que Raimundo Amador grabaría la canción, dijo: “me alegro mucho de que mi coño vaya de boca en boca”.

Y así me contó hace unos pocos años esta misma historia el propio Pablo Carbonell a su paso por el Teatro Cervantes de Almería:

La foto de cabecera, «psychedelic-boom», de burningmax, reproducida bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA 2.0

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