Juan de Mata García Guisado (Almería, 1812 – Almería, 1894) fue un abogado almeriense reconocido como un prestigioso profesional de la capital. Ocupó algunos cargos importantes, como concejal de Almería, vocal de la Junta del Puerto o inspector de Obras Públicas. Era católico y devoto, así que escribió un opúsculo llamado ‘La Nave de Gracia. Crónica en verso de la aparición y milagros de María Santísima del Mar, patrona de Almería’ en el año 1844, contando la aparición de la imagen de la Virgen del Mar.
Cuenta la leyenda que la Virgen del Mar apareció la noche del 21 al 22 de diciembre de 1502 en la playa de Torre García cuando cubría guardia el torrero morisco Andrés de Jaén. La nave a la que el poema hace referencia debió ser atacada por piratas en el Mar Mediterráneo. Aunque no se sabe cómo exactamente, se deduce que en el abordaje, cerca de Cabo de Gata (o Cabo de las Ágatas, como se conocía entonces), arrojaron al mar a su suerte a los tripulantes atracados y todo lo que no les era útil. Así naufragó la Virgen del Mar en una nave sin nadie a bordo.
Crónica en verso de la aparición de María Santísima del Mar
Vigía en Torre García
«De Almería hacia el oriente
distante como dos leguas
está la Torre García
de un ancho mar ribereña.
Sobre la torre una noche
estaba haciendo la vela
el guarda Andrés de Jaén,
y al golfo miraba alerta
para avisar del peligro
con atronadoras señas,
en cuanto viese de moros
las repentinas galeras,
que caían a deshora
sobre arrabales y vegas
dejando sangriento estrago
y llevándose la presa.
Pero en vano a los piratas
Andrés vigilante acecha:
santa es la nave que arriba;
feliz será la sorpresa».
El naufragio
«Un resplandor se levanta
en la orilla de allí cerca,
que no es de los pescadores
ni de náufragos hoguera;
en aquel sitio parece
que el horizonte se abrevia
al punto de la alborada
transparente, blanca y bella;
y en brillo y la hermosura
tanto el resplandor aumenta,
que el buen torrero se asoma,
se deslumbra y embelesa.
Un interior sentimiento
de profunda reverencia,
que no comprender aún no sabe,
lo atribula y amedrenta;
mas un celestial impulso
hacia el resplandor lo lleva,
como el imán al acero
hacia la polar estrella».
La Virgen del Mar
«Cuando el torrero ver pudo
que la luz aureola era
de una imagen de María,
que estaba sobre la arena;
cuando miró a la redonda
y halló la playa desierta,
y conoció que por nadie
la imagen allí fue puesta;
cuando contempló su cara
celestial pero morena,
como cara peregrina
que de gran distancia llega;
cuando observó las señales
tan patentes como ciertas
de que la sagrada Virgen
– sin nave que la trajera –
había surcado los mares
con planta leve y serena,
sin temor de que a los golfos
los austros embravecieran,
trayendo en brazos al Niño– que aun a los gigantes pesa –
sin que en las líquidas ondas
fracasaran ni se hundieran;
cuando el milagro y misterio
Juan de Mata García Guisado. ‘La Nave de Gracia’ (1844)
de la aparición penetra;
se arrodilla ante la Virgen
y sus pues húmedos besa,
y prorrumpe en alabanzas,
y candorosas ternezas,
y plegarias muy sentidas
y generosas ofertas,
aunque rústicas y pobres,
tan devotas y sinceras,
que a la Virgen peregrina
y al Niño fueron aceptas».