Una historia recurrente en el recuerdo de los abderitanos es la de las inundaciones de Adra del 73. Hoy hace 47 años de este día en el que todas las calles se anegaron, y el municipio se convirtió en un río que lo arrastraba todo. De todas las cosas que esta tormenta arrastró, la más llamativa fueron miles de latas de conserva después de romperse uno de los muros de la fábrica Santa Isabel. Los más valientes buceaban para hacerse con todas las que podían, otros intentaban recuperar sus casas y, los que no lo sufrieron tan de cerca, ayudaban para restaurar el orden en la localidad.
El 19 de octubre es un día aciago para todas aquellas personas que vivieron en sus carnes la destrucción que dejó tras de sí esta riada. Una fecha en la que se registró la mayor cantidad de precipitación medida en una hora en nuestro país desde la riada de Santa Teresa el 15 de octubre de 1879. Y es que, en la mañana de ese día, el río alcanzó en algunas zonas una profundidad superior a los ocho metros.
La ola que lo inundó todo
Sucedió tras una noche de lluvias torrenciales. A la mañana siguiente los únicos testigos eran el agua y el barro. Un soleado día en el que los comerciantes de la calle Natalio Rivas, la popular “Carrera” abrían sus negocios y limpiaban las aceras de la suciedad de la noche anterior. Sin embargo, el cauce del río había recibido una cantidad de agua sin precedentes en pocas horas; unos 206 litros por metro cuadrado. El agua, al llegar al desvío artificial creado para su control, se reveló en una ola de seis metros de altura, que saltó por encima de los muros de defensa e inundó Adra.
La fábrica de conservas retuvo el agua durante horas, hasta que se rompió una de sus murallas y abrió el paso al centro del municipio. También hacia la vega, donde se inundaron 1.000 hectáreas, dejando a los abderitanos sin su principal forma de subsistencia.
Recuerdan el nombre de Arturo Oliva Rivas, quien decidió enviar varias palas excavadoras del puerto y sin esperar la autorización del organismo portuario apostó por derribar la muralla por varios puntos. Con ello pretendía que el agua encontrase su aliviadero en el puerto y el mar y, a partir de ese instante, el nivel del agua comenzó a bajar en el pueblo. Las inundaciones del 19 de octubre de 1973 dejó un panorama desolador: parte de Adra arrasada y daños materiales valorados en millones de pesetas.