De todas las fiestas del año, sin duda alguna, la más certera es la de los muertos. Eso seremos todos. Cadáveres. También los que se levantan a las siete para ir al gimnasio y los que cuelgan fotos de sus bonitos cuerpos en instagram. Los influencers también van a morir. Y los asesores políticos y los gabinetes de prensa. Los que entraron por enchufe y los que sudaron la gota gorda para sacarse unas oposiciones. Los separatistas y los unionistas. Los republicanos, los monárquicos, los de arriba y los de abajo. Los de izquierdas y los de derechas. Y los de centro, esos también van a morir.
Halloween, los santos o los muertos. Llámala como quieras. Lo importante es que la fiesta de todos y todas y todes.
Todos seremos esqueletos
Centrémonos en lo que nos une: todos seremos esqueletos. Y todos los esqueletos son iguales. No sabrías distinguir el esqueleto de un chino del de un negro, un blanco o un indio. Tampoco el de un hombre, una mujer o un transexual. Ahí todos somos iguales.
“Yo voy a pedir que me incineren”. Bueno, esos esqueletos se convertirán en polvo más tarde. No eres distinto. Y cállate, que estoy hablando yo.
Algunos se quejan de que una fiesta anglosajona se celebre aquí. Esa gente tiene smartphones fabricados en Cuenca, tenis (zapatillas deportivas para los no almerienses) elaborados en Badajoz y ordenadores portátiles cuya fábrica se encuentra en Alsodux.
La fiesta de los santos en España siempre consistió en ir a limpiar la tumba de tus muertos. Una fiesta de ancianas de luto.
Halloween es carnavalesco. Y qué quieren que les diga, entre doña Autopsia y Freddy Krueger tengo muy claro por quién pagaría mi entrada.
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