Enix vuelve a ser uno de esos pueblos pequeñitos, perdidos en la falda de la Sierra de Gádor, que nos sorprende con todo lo que tiene que ofrecer a pesar de su tamaño.
Lo que realmente hace destacable este lugar, es su abundancia de agua. Un bien que, como todos los almerienses saben, escasea. Tanta es su abundancia que el topónimo mismo de la villa, hace referencia a ella. ‘Nix’, en la lengua germánica se relacionaba con agua y manantiales (hoy en día ‘Nix’, en alemán, significa nada).
Su historia es tan extensa como la de cualquier pueblo o ciudad relevante de la zona. Va desde la entrada de los bárbaros que descubrieron su fuente en el 409, pasando por las conquistas musulmanas, de las que aún guarda su trazado original hasta la reconquista y revoluciones.
Su riqueza en el siglo XIX, provenía sobre todo de la agricultura y la ganadería. También contaba con una fábrica de aguardiente que exportaba vino y trigo a Roquetas y Almería.
A finales del siglo XIX y durante el XX, se abrieron explotaciones mineras (de plomo), en las proximidades de El Marchal de Antón López. Esta riqueza circunstancial permitió un espectacular aumento de la población hasta que la crisis obligo al cierre de las minas. Pero todavía, quedan importantes restos de esta actividad.
Curiosidades de Enix
Es aquí donde nació el dramaturgo y novelista, Agustín Gómez Arcos. Uno de los vecinos más conocidos de la localidad, quien huyó a Francia a causa del estallido de la guerra civil española. En la actualidad, es un centro cultural. Además, en su honor, hay una placa en la puerta de su casa que nos hace recordar donde nació.
Incluso Don Francisco Javier Cervantes construyó en Enix su residencia en 1922, vendiéndola después de la Guerra Civil al Sindicato de Educación y Descanso. Allí era donde pasaba su periodo vacacional hasta la década de 1970.
Una peculiaridad muy conocida de Enix, sobre todo por los habitantes de Aguadulce, es que, siendo pueblo de sierra, tiene playa. Los que suelen circular por el Cañarete habrán visto a su paso el cartelito de “Bienvenido a Enix” y es que así es. La zona de El Palmer pertenece a este municipio convirtiéndolo así en una rareza.
El pueblo, situado en lo alto, a algo más de 700 metros de altura, ofrece unas espectaculares vistas sobre lo que tiene delante, toda la costa y sus municipios. Incluso se puede subir hasta el parque eólico para disfrutar un poco más de este mirador.
Raíces mixtas
Por supuesto, también cuenta con su iglesia del siglo XVI. Con artesonado mudéjar, vestigio de la reconquista cristiana como ya viene siendo costumbre en todos los pueblos.
A parte de los restos mineros de El Marchal, también son visitables el Templo parroquial de Santa Teresa. La arquitectura popular y las construcciones relacionadas con el almacenamiento, aprovechamiento y distribución de agua como lo son fuentes, canales, acequias, aljibes, lavadero, etc. Y diversas rutas de senderismo cercanas. Las hay desde paseítos de 15 minutos hasta rutas para echar el día entero.
Aunque no lo haya dicho explícitamente, este municipio almeriense, es uno de esos pueblecillos de calles estrellas, subidas tortuosas, casas blancas y balcones de flores que hacen de él un pueblecito tranquilo y apacible con sus apenas 400 habitantes. Y donde, además, se come muy bien.
¡Merecerá la pena la visitarlo! A 25 km de la capital está a un salto. Así que animaros y contadnos que os ha parecido.
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