Eran otros tiempos. Años realmente no tan lejanos. Eran finales de los 90, teníamos una media de 20 años, la mayoría ya trabajabamos y disponíamos de unas pesetas en los bolsillos. Deseábamos que llegase el viernes para poner en funcionamiento la maquinaria de la fiesta, motos relucientes y trucadas, pantalones Levi’s, camisetas pegadas y con diseños atrevidos, esos Reebook blancos gastados, paquetillo de tabaco, colonia y bien repeinado… La noche era nuestra.
Galaxia Garbad en El Alquian, El Templo Anubis en cortijo grande, Garage Central detrás de Simago, Pradera y Garufa en Campohermoso…..y así todos los pueblos. Porque todos tenían su discoteca y tenían sus guapas chicas a las que nos gustaba intentar darles una vuelta en moto birlando a los chavales oriundos del lugar.
Bailar mucho y beber poco
Eran otros tiempos. La música bacalao y máquina inundaba los locales y te hacía mover el cuerpo a un ritmo frenético. A las discotecas se iba a bailar y se ligaba bailando. Eran tiempos de beber poco, la verdad que no se estilaba tanto como ahora. Bailar, bailar mucho hasta que esa chica a la que mirabas toda la noche te daba paso a un segundo tiempo, a esa ansiada segunda parte. ¡Qué tiempos! Tiempos de salir siempre en grupo, a ver que moto corría más de camino a esos templos de la música, a ver quién tenía la suerte de bailar con la mas guapa. ¡Qué tiempos! Luego llegaba la vuelta a casa sobre las 06:00 h., ducha mañanera para sofocar los calores de la noche, comer algo de lo que tu madre te había dejado preparado y a la cama. A la cama con la ilusión y las ganas de dormir un rato y volver a empezar el mismo ritual para la noche del sábado. Porque los domingos no abrían las discotecas. Viernes y sábado eran las únicas oportunidades que tenías de ser el rey por unas horas. Ahora es diferente: pubs, locales alternativos… es completamente diferente, pero eso ya es otra historia que tocará contar a otras gentes.