31 de mayo de 1937. Son las cinco y media de la madrugada. Cinco buques de guerra alemanes navegando a una velocidad mínima se acercan lentamente a las costas almerienses por el levante. Han superado el Cabo de Gata y se van desplegando lentamente por la bahía de Almería.
El comandante de la flotilla va dando órdenes conforme se van situando a unos doce kilómetros del litoral. Fijan la posición y los marineros alemanes esperan instrucciones. Desde tierra las patrullas de vigilancia de costas ya han detectado la presencia de los buques y saben que son alemanes. Su presencia no hace presagiar nada bueno.
A la hora fijada, mientras la población duerme, el comandante jefe de la flotilla da los últimos toques al plan previsto. Los cañones de los torpederos “Albatros”, “Leopard”, “Seadler”, “Lluis” y del acorazado de bolsillo “Admiral Scheer” apuntan a la ciudad. En unos minutos desde el buque de mando se ordena disparar. Las bombas y obuses se multiplican surcando el cielo de Almería y empiezan a llegar a sus objetivos. Uno de los principales, el puerto. Tratan de neutralizar la posible resistencia que puedan tener desde este emplazamiento.
Poco a poco, en medio de grandes estruendos las bombas van sembrando el pánico entre los despavoridos vecinos que salen de sus casas buscando los refugios. En apenas dos horas los barrios de Pescadería, San Roque, Plaza de Toros, Hoyo de los Coheteros y Cruz de Caravaca sufren las consecuencias del impacto de los proyectiles. Los alemanes sin oposición bombardean cobardemente la ciudad. Corrigen posiciones y las bombas empiezan a caer en los aledaños del cementerio y gran parte de ellas en el mismo centro de la capital. El caos y el desconcierto se apoderan de los almerienses impotentes para repeler la brutal y cobarde agresión.
Las escasas baterías antiaéreas intentan contrarrestar el ataque. Los medio técnicos son insuficientes. La ciudad está a merced de la flota alemana ante la clara y manifiesta indefensión militar española. Un pequeño submarino atracado en el muelle de levante tiene que desplazarse rápidamente a otro punto de la escollera para evitar ser objetivo del bombardeo alemán.
La escuadra germana al no encontrar ningún tipo de fuerte oposición agota prácticamente la munición bombardeando sin tregua a la población civil. Los almerienses ante la cadena de explosiones buscan desesperadamente donde refugiarse. Nadie entiende nada. Los rumores sobre una destrucción total de la ciudad se multiplican entre la gente y se suceden las carreras alocadas de los vecinos por las calles buscando ponerse a salvo de la nube de bombas que cruza el cielo de la capital.
Las playas están invadidas de obuses algunos sin explotar. Los almerienses mas atrevidos suben hasta el cerro de San Cristóbal y la Alcazaba. Desde lo alto ven perfectamente la silueta de los buques frente a la bahía descargando su mortífera carga. Nadie sabe cuanto durara el bombardeo. Las informaciones son escasas y contradictorias. La guarnición militar repele tibiamente y como puede el desproporcionado ataque alemán.
Las bombas siguen alcanzando sus objetivos y los obuses en abanico impactan sobre viviendas y personas. Uno de ellos en la calle Almanzor le arranca de cuajo la cabeza a un guardia municipal. El infortunado agente llega incluso a dar varios pasos sin la cabeza cayendo fulminado al suelo. Se multiplican las escenas de pánico en las calle y ya empieza a saberse que hay víctimas mortales.
Un carabinero muere reventado al ser alcanzada por una bomba la improvisada camilla en la que lo trasladaban herido hasta el hospital militar. En la Estación de ferrocarril, dos guardias de asalto de servicio mueren en el acto alcanzados por el fuego alemán. En el bombardeo murieron una treintena de almerienses, en su mayoría obreros, sorprendidos de madrugada con una lluvia de artillería naval que superó los 200 obuses sobre la ciudad. También hubo uno 150 heridos y alrededor de 200 edificios destruidos.
El bombardeo duró casi una hora y los 275 disparos que se efectuaron, 94 de ellos con cañones de 280 milímetros, cayeron sobre la ciudad. Toda Almería se vio afectada y entre los edificios dañados se encontraban la catedral, la iglesia de San Sebastián, dos hoteles, un banco, el mercado Central, la Escuela de artes, la Estación de ferrocarril, el Ayuntamiento y la sede de la Cruz Roja internacional.