Con la conquista a finales del s. XV de la zona que correspondería a la actual Región de Almería, todas las localidades existentes en el territorio se dotaron de un nuevo templo de culto católico. Por la época en la que se sitúan estos hechos, la construcción de la inmensa mayoría de iglesias de las que consta la provincia actualmente se llevaría a cabo en dicho periodo y siguiendo las líneas del estilo mudéjar, en algunas ocasiones aprovechando las antiguas mezquitas ya existentes en la localidad. El mejor ejemplo quizá sería la mezquita almohade de Fiñana, actual ermita de Nuestro Padre Jesús Nazareno, única en su estilo.
Una vez puntualizado esto, mi idea era poner la mirada en una pieza arquitectónica algo más exclusiva desde mi punto de vista y, por lo tanto, podríamos decir que más valiosa en el estricto sentido arquitectónico, al mismo tiempo que bastante desconocida a nivel provincial. Se trata de la basílica de Oria, en honor a Nuestra Señora de las Mercedes.
Tesoros barrocos
Mi sensación es que los s. XVII-XVIII y el barroco dejaron en nuestra región una impronta mayor al norte de la sierra de Filabres. Y es que el marquesado de Los Vélez ejerció sobre este territorio una gran influencia que quedó reflejada en los tesoros arquitectónicos barrocos que se levantaron en ese periodo.
Si dejamos a un lado la propia comarca de Los Vélez (Vélez Rubio y Vélez Blanco) y las localidades que a lo largo de los siglos han tenido una mayor relevancia y peso poblacional, como Vera, Cuevas del Almanzora, Huércal-Overa o Albox, donde el patrimonio barroco ha sido reflejo de la prosperidad de dichas localidades y donde los templos barrocos han ido acompañados a su vez de patrimonio imaginero de la talla de Salzillo o Roque López, nos encontramos con una construcción algo más aislada pero no por ello menos vistosa. Como he dicho antes, se trata de la basílica de Oria, casi una réplica de la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación de Vélez Rubio y, por tanto, un tesoro del patrimonio barroco almeriense.
Las diferencias más visibles respecto con el templo egetano son, por un lado, que las dimensiones son menores, algo lógico si tenemos en cuenta que la iglesia de la Encarnación es el segundo templo más grande de la región tras la catedral de Almería, y, por otro lado, que solo consta de una torre en el lado izquierdo de su portada, en lugar de de dos.
Cúpula de tejas azules
Para mí este templo es especial porque, nuevamente, exceptuando la gran iglesia velezana, es el único de esas características que consta de una preciosa cúpula de tejas azules que se funde con el cielo los días soleados. Se trata de los últimos coletazos de un «barroco azul», si se me permite llamarlo así, que invadió el este mediterráneo peninsular y que en Almería pasó más inadvertido por estar más preocupados de otras invasiones: las de piratas y berberiscos, frente a los que Carlos III tuvo que invertir en baterías de defensa a lo largo de nuestra costa.
Oria en general y su basílica en particular bien merecen una visita y tienen todas las papeletas precisamente para lo contrario. Se trata de una localidad ubicada en la falda de la Sierra de las Estancias, en una comarca poco poblada y un tanto deprimida, que forma parte de esa España vaciada que tan de moda está, pero a la que precisamente tanto se le da la espalda; y, para colmo, y desde una óptica capitalina, bastante alejada de la capital de la región, valga la redundancia. Aunque a veces pienso que es mejor así porque, de estar esa joya barroca en el centro de la capital, ya la habrían revestido de acero corten o le habrían puesto un mamotreto de hormigón delante.
Texto: Gregorio Fernández Chaves, presidente Acción por Almería